Castilla y León tiene el dudoso doble honor de albergar la central nuclear de Garoña (en el noreste de Burgos) y de haber atraído la atención para el establecimiento de la mina de uranio más grande de Europa en Retortillo –2.500 hectáreas incluida planta de tratamiento- (suroeste de Salamanca). Esto no es sorprendente dado el carácter periférico de la economía de Castilla y León respecto del resto del país, cuya vocación es ser territorio de extracción de recursos y vertido de residuos respecto de los territorios centrales (ver aquí síntesis del reciente trabajo “El metabolismo económico regional español”).

CARPINTERO, Óscar (dir.), El metabolismo económico regional español, Madrid: FUHEM Ecosocial, 2015, 1127 p.

Aunque la central nuclear de Garoña se puso en funcionamiento en 1970 y la mina aún está (en teoría, pues la tala de arbolado ya ha comenzado) en trámites, existen numerosos paralelismos e interrelaciones entre ellas. En este post nos concentramos en 6 espectos:

  1. Empecemos por la más obvia: las centrales nucleares necesitan uranio para generar electricidad (a partir de 1 tonelada de uranio se suelen obtener unos 37 GWh de electricidad). Actualmente en España (a pesar de que el Ministerio clasifique a la energía nuclear como doméstica…), no existe ninguna mina en funcionamiento por lo que todo el uranio es importado de países como Rusia, Australia, Níger o Kazakistán.
  2. Elevado impacto medioambiental: En primer lugar, el proyecto de mina en Retortillo ocupará unas 2.500 hectáreas y se asienta sobre una zona protegida incluida en la Red Natura 2000. Tanto la mina a cielo abierto para extracción de uranio como la posterior gestión de residuos radioactivos durante miles de años presentan ineludibles problemas de contaminación para las generaciones futuras (sin contar potenciales accidentes en la central). Resumiendo la explicación de Antonio Turiel en su blog: las actividades extractivas del uranio natural tienen un gran impacto ambiental. La mayoría de los depósitos minerales de uranio en el mundo tienen una concentración muy baja. Esto implica que para extraer el uranio en la mayoría de los lugares se tiene que hacer por lixivación (leaching en inglés), técnica que consiste en hacer filtrar ácido a través de la roca para que vaya extrayendo los óxidos que se encuentra a su paso, en particular el óxido de uranio. Hay dos maneras de aplicar la lixivación al uranio: o bien se extrae la roca, se hace una pila y se aplica el ácido (lixivación de pila), o bien se filtra el ácido sobre el terreno y se recoge el fluido resultante con una tubería en la parte inferior (lixivación in situ). La lixivación de pila sólo se admite en países con una regulación ambiental laxa, ya que implica crear grandes balsas de residuos de desecho (semejante a la tristemente famosa de Boliden en España). Estas balsas son muy contaminantes por la presencia de metales pesados y su carácter muy ácido, y contienen trazas de radiactividad del uranio no extraído. Por otro lado, estas balsas son raramente tratadas, ya que requerirían mucho dinero y en suma mucha energía, y la actividad dejaría de tener sentido; normalmente se las deja secar al sol durante años y se van cubriendo con lodos para evitar que el polvo con metales pesados sea arrastrado por el viento. En cuanto a la lixivación in situ sólo se puede hacer si el sustrato es poroso y implica además un riesgo de filtración al acuífero. Se ha de decir que debido al agotamiento de las minas más ricas, la mayoría de la minería de metales hoy en día sigue estas técnicas, con lo que los riesgos de la minería del uranio no son particulares de ella. La influencia de las balsas tóxicas es muy nociva en el medio ambiente y las personas de las inmediaciones (no sólo los trabajadores; se ven afectados unos pocos kilómetros de distancia alrededor de la instalación), por el arrastre de metales pesados por el viento. Las balsas abandonadas a su suerte (como es la práctica habitual) contaminan lentamente su entorno, y a veces episodios de fuertes lluvias o la erosión crean eventos catastróficos.
  3. La energía nuclear no proporciona mayor empleo que las energías renovables. La empresa australiana informa en su web que prevé que la explotación de la mina en Retortillo permitirá crear unos 450 empleos directos (y otros 2000 indirectos), aunque en prensa de momento se mencionan 200 directos. Eso sí, sin contar con los empleos que va a destruir. Por otro lado, la industria nuclear española en su conjunto incluye unos 27.500 trabajadores directos e indirectos (según la propia web del Foro Nuclear). En cuanto a las renovables, este sector empleó a unas 76.300 personas en ese mismo año según datos de IRENA. Teniendo en cuenta que la energía nuclear cubrió en 2014 el 5.4% de la energía final del país, y las renovables entorno al 17% según datos del Ministerio, esto se traduce en un similar ratio de empleos en relación a la contribución de energía final. No obstante, este cálculo preliminar se podría afinar más teniendo en cuenta importaciones y exportaciones (por ejemplo Foro Nuclear informa que la industria nuclear española exporta el 80% de su producción, pero la industria renovable también exporta una parte significativa de su producción debido a la moratoria existente en España para la instalación de nuevas plantas renovables eléctricas). En el caso de un futuro hipotético de transición a tecnologías renovables en España, el empleo asociado se incrementaría enormemente. Sirva como cifra indicativa que en 2008 se alcanzó el máximo de empleos asociados a las energías renovables, siendo entorno al doble que el número de 2014. En la tabla de abajo se pueden ver el ratio de empleo por tecnología recopilados de la literatura para el report Energy [R]evolution 2015 de Greenpeace:

    Energy Revolution 2015, Greenpeace

  4. Tanto la central como el proyecto de mina son proyectos de grandes empresas multinacionales con capacidad de injerencia en asuntos públicos (Endesa e Iberdrola la primera, y la australiana Berkeley la segunda). La capacidad de presión y convicción a Gobiernos de todos los niveles en España de las multinacionales eléctricas, que son parte fundamental del oligopolio eléctrico, está altamente demostrada. Esto se ha puesto de manifiesto, entre otros escándalos, con el culebrón de Garoña, durante el que éstas están presionando para conseguir modificar la legislación siguiendo únicamente sus intereses privados, que no son tanto el mantenimiento en funcionamiento de la vieja central amortizada, sino conseguir alargar el tiempo de funcionamiento de todo el parque nuclear existente hasta los 60 años. Pues es de sobra conocido que la puesta en funcionamiento de nuevas centrales por iniciativa privada es prácticamente imposible por su no-rentabilidad económica. La multinacional australiana, está también cayendo en similares vicios y lleva varios años presionando –sin importar saltarse la legalidad como muestra el vídeo abajo- para la instalación de la mina. Incluido acoso a integrantes de la plataforma opuesta a la mina, Stop Uranio. Estos comportamientos son difícilmente evitables en un sistema de generación centralizada en el que las puertas giratorias están bien engrasadas.
  5. Innecesarias: el parque de generación eléctrico español está actualmente MUY sobredimensionado, superando en mucho los ratios de nuestros países vecinos. Entre las causas principales destaca la alegría con la que el oligopolio eléctrico construyó centrales de gas de ciclo combinado en los últimos 15 años (en el año 2000 no había ni un MW y hoy es la tecnología con más capacidad instalada en el país), así como la percepción de que el consumo de electricidad seguiría incrementándose al ritmo de las décadas pasadas (lo que la crisis truncó de lleno: actualmente consumimos en torno a un 10% menos de electricidad que antes de la crisis). De hecho, estas centrales han sido desplazadas del mercado por las renovables, y funcionan actualmente muy pocas horas –en los picos-, lo que las hace dificilmente rentables. Éste ha sido de hecho una motivación fundamental –aunque no explícita- del oligopolio eléctrico para paralizar el desarrollo de las renovables en España. La multinacional australiana defiende que la mina podría abastecer la demanda nacional de uranio (lo que por otra parte parece dudoso) durante 11 años. Sin embargo, igualmente se podría argumentar que se podrían cerrar las centrales nucleares españolas para no depender del uranio, ni producido domésticamente, ni importado del exterior.
  6. Acabamos también con otra muy obvia: se trata de actividades no sostenibles y por lo tanto retrasan la auténtica y necesaria transición a fuentes energéticas renovables. Como cualquier mineral, el uranio es finito y la empresa estima que la mina funcionará apenas 1 década. De hecho no se trata de un fenómeno local ni mucho menos, sino que al igual que ocurre con el petróleo (el conocido como “peak oil” o “pico del petróleo”), el uranio a nivel global también se acerca paulatinamente a su pico de extracción. Éste es es un motivo fundamental de que actividades tan contaminantes y dañinas que hasta hace poco se han preferido llevar a cabo en regiones explotadas como África o ampliamente deshabitadas como algunas regiones de Australia, sea necesario también realizarlas en nuestro país a medida que el recurso se agota en esas zonas o alcanzan una inestabilidad geopolítica demasiado elevada (recordad la reciente intervención militar francesa en Mali para, entre otras cosas, asegurarse el suministro de uranio). aunque es también justo recordar que el aprovechamiento de las energías renovables requiere de infraestructura construida con materiales no renovables, siendo algunos de ellos no extraídos tampoco en España.

EWG. “Fossil and Nuclear Fuels – the Supply Outlook.” Energy Watch Group, March 2013.

Recapitulando, la energía nuclear y la minería de uranio asociada implican altos niveles de impacto medioambiental, gran injerencia de las grandes empresas privadas en la regulación energética, no proporcionan mayor empleo que las energías renovables, son innecesarias en el actual contexto de sobrecapacidad y no son sostenibles, bloqueando de facto la transición hacia fuentes renovables y distribuidas. Se podrían dar más razones, como por ejemplo su relación con la industria armamentística, pero parece claro que existen grandes motivos para oponerse tanto a la energía nuclear como a la minería de uranio en nuestro territorio. No tan sólo en “nuestro patio trasero”, sino en todo el mundo. Pero hay que empezar por nuestro patio trasero.

Iñigo Capellán Pérez

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