El pequeño ejercicio de análisis histórico de las siguiente líneas pretende dar una pista de porqué vivimos una de las generaciones humanas más especiales de toda la Historia Homo y una intuición de porqué nos espera un “tortazo” de proporciones gigantescas.

El género Homo lleva controlando el fuego desde hace un millón de años. A partir de ese momento es de suponer que los Homo lo fueran utilizando para cada vez más cosas. Iluminación, calefacción, fabricación de útiles y herramientas y cocina.

El fuego fue la primera gran revolución energética humana que lo cambió todo. Nos cambió a nosotros y cambió el mundo.

Gracias al fuego, las puntas de las lanzas de madera se podían endurecer, lo que nos permitió cazar animales más grandes. El fuego ayudó también en la caza, al espantar y cercar a las presas. También nos calentó e iluminó las noches. Y al hacerlo, inventamos los cuentos a la luz de la hoguera y nos ayudó a socializarnos aún más.

Además, nos permitió cocinar los alimentos, que es una forma de pre-digerirlos: carnes y almidón se incorporaban al organismo con menos gasto energético de la digestión. Esto nos permitió llevar energía metabólica del estómago y de los intestinos al cerebro y las manos. Nos modificó no solo a nivel cultural y social, sino a nivel fisiológico y evolutivo (sí, ese es el poder de la tecnología).

La energía solar, convertida en química en las plantas y luego en calorífica al quemar leña, nos permitió todo eso.

 

Supongo que durante cientos de miles de años el fuego fue un complemento energético en aumento, pero quizás, hace 100000 años, cuando una rama del Homo, la llamada sapiens y seguramente también la neanderthal lo utiliza, cada humano podría estar consumiendo uno o unos pocos kilos de leña diarios, dependiendo mucho de factores climáticos (inviernos crudos), de alimentación (frugívora o cereal-carnívora) etc. Un kilo de leña incorpora algo más de 10 MJulios de energía. Si suponemos un consumo de un kilo diario como fuente energética extrasomática, hablamos de una potencia extrasomática de unos 125W. Antes de controlar y usar el fuego como fuente energética, éramos energéticamente hablando como cualquier animal. Un Homo de hace un millón de años, con solo su metabolismo, tenía una potencia de menos de la mitad. Hablaríamos en grueso de 60W que duplicamos con el tiempo y la ayuda del calor del Sol hecha leña.

La siguiente gran revolución energética ocurrió hace unos 10000 años, con la agricultura-ganadería, nos cambió y cambió el mundo, otra vez. Primero domesticamos el lobo (los primeros intentos hace 30000 años), cuya energía aprovechamos a cambio de que él transformara la energía de otro animal; pero como esto no era eficiente, cambiamos sin quererlo genéticamente al lobo para convertirlo en un perro capaz de digerir mejor el almidón.

La agricultura necesitó de la energía del caballo o del buey y también empezamos a regar pronto, controlando la energía hidráulica. Necesitamos más leña y añadimos energía muscular externa. Es decir, que nuestra agricultura requirió quizás duplicar otra vez la potencia externa, hasta los 250 W, cuatro veces más que nuestro metabolismo: En Egipto, Mesopotamia y China, el regadío usó el potencial gravitatorio del agua, usó la energía animal para moler los primeros molinos (“de sangre”), usamos el calor de la leña para cocinar pero también para ahumar y conservar. El caballo permite dar una potencia de “un caballo de vapor”, algo más de 700W (y requiere esa potencia en promedio en forma de alimento digerible). Por supuesto, no había tantos caballos como personas, por lo que esa potencia había que dividirla entre la posesión per cápita y las horas que el caballo no trabajaba. El caballo (o buey, o mula, o burro o llama o camello) multiplicó la productividad de la agricultura y, especialmente, de las guerras. Cuando pasamos de la edad de bronce a la del hierro, se “populariza” la guerra al tiempo que se destruyen los matriarcados definitivamente.

Seguimos aumentando nuestro consumo energético, aumentamos el número de animales a nuestro servicio, comenzamos a usar la energía gravitatoria del agua en molinos y hace unos mil años empezamos a añadir también el viento. Poco a poco añadíamos nuevas fuentes energéticas, el carbón se lleva usando más de dos mil años para la industria del hierro y cobre. Nuestra domesticación hace 1000 años ya superaba la masa de los humanos sobre el planeta. Pero la biomasa vegetal seguía siendo la principal fuente energética.

En la Europa de Córdoba o en la China de Hangzhou se podría estar consumiendo 500 W per cápita o más. Córdoba y Constantinopla con más de medio millón de habitantes o Hangzhou que superó con creces el millón debieron requerir un flujo constante y grande de energía “extra-civitica”. En China hace mil años más del 10% de la población vivía en “ciudades” de más de 2000 habitantes. En la Europa musulmana y cristiana y en Oriente próximo, el metabolismo de las ciudades requería flujos grandes de energía.

Hace un siglo, al comienzo del siglo XX, habíamos añadido las energías fósiles como forma energética mayoritaria y aprendíamos a usar el vector de la electricidad: 1000 W. Otra duplicación más. La Revolución Industrial ya era la segunda, estaba madura. Volvimos a cambiarnos y también al mundo.

A comienzos del siglo XXI consumíamos más de 2000 W per cápita.

Es decir, resumiendo y muy grosso modo:  hace una década 2000W, hace un siglo 1000W, hace un milenio 500W, hace diez milenios 250W, hace cien miel años 125W y hace un millón el metabolismo de 60 W. Esto no es un crecimiento exponencial, es hiper-exponencial. Y esa función (duplicar el consumo energético en cada vez diez veces menos tiempo) se ha cortado ya (si no fuera así, hace un año habríamos duplicado los 2000W, consumiendo 4000W, hace un mes estaríamos en 8000W, antes de ayer superaríamos los 16000 W, hace unas horas estaríamos en 32000 W. Absurdo sí, pero algo radicalmente ha tenido que cambiar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hasta ahora, los hitos que distinguimos en nuestra historia los identificamos con Revoluciones energéticas (el homo controlador del fuego, la revolución agrícola-ganadera, la revolución industrial). Por primera vez en la Historia del género Homo, la próxima revolución energética será un decrecimiento. Si el Homo es homo por el fuego, si las tensiones del cazador-recolector cambiaron radicalmente con la agricultura y las tensiones medievales cambiaron radicalmente con la revolución industrial, las tensiones actuales no van a ser resueltas con una huida hacia adelante, con una patada a seguir. Ya no se puede. Ojalá no sea un desastre de proporciones gigantescas. Nos cambiaremos profundamente y dejaremos de chinchar, digo cambiar, al Mundo.

Carlos de Castro Carranza

 

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