Estamos acostumbrados a que nos vendan lo ecológico como un lujo, una etiqueta de calidad que encarece el producto, y, por ello, en tiempos de crisis, tendemos a olvidarnos de la “ecología” para dar prioridad a la “economía”. Sin embargo, el ecologismo auténtico (no el del marketing) ha sido siempre cuestión de ahorro y, precisamente por ello, resulta tremendamente útil en estos momentos de crisis. Además los llamados “empleos verdes” son una interesante fuente de nuevos puestos de trabajo que no debemos despreciar, dada la urgente necesidad que tiene la sociedad española de crear empleo.

Ahora que las economías domésticas no están para muchas alegrías, es el momento de ahorrar en la factura de la calefacción y recordar que mejorar el aislamiento de la vivienda o instalar paneles térmicos son medidas relativamente sencillas y dan lugar a ahorros medios de un 50%. Además, si uno va a hacerse una vivienda de nueva construcción, puede optar por diseñarla con criterios bioclimáticos, con lo cual se pueden llegar a conseguir viviendas autosuficientes. Es asombroso comprobar cómo se pueden hacer viviendas que, en el clima de la meseta, no bajan de los 18 grados en invierno ni superan los 26 en verano sin aporte de calefacción ni aire acondicionado, sobre todo porque esto se consigue con un sobrecoste en el precio de construcción de un 8%.

La rehabilitación de viviendas con fines de ahorro energético, según un informe del instituto ISTAS recientemente publicado, puede ser una importante fuente de puestos de trabajo en el sector de la construcción. Además, puesto que el ahorro energético termina compensando la inversión realizada, el balance termina siendo positivo y el impacto sobre la economía española podría ser muy beneficioso: cambiaríamos la importación de unos combustibles que cada día nos resultan más caros por creación de puestos de trabajo.

El uso de la bicicleta en la ciudad es otra gran fuente de ahorro. En ciudades llanas, la bicicleta es tremendamente rápida y eficaz, y para ciudades con pendientes las bicis eléctricas son una buena opción. Numerosos ciclistas urbanos hablan de que, al probarlo por primera vez, no se podían creer que fuera mucho más agradable que moverse en coche, y se preguntan por qué no lo han hecho antes. Esto evidencia que el obstáculo principal al uso masivo de bicicletas es la mentalidad dominante. Las autoridades, en estos momentos más que nunca, deberían realizar campañas de marketing para promocionar el uso de la bicicleta y reorganizar las ciudades para garantizar la seguridad de los ciclistas. El ahorro de petróleo aliviaría las economías domésticas, estimulando otros sectores económicos y ayudaría a mejorar la balanza de pagos española, ya que somos uno de los países de la UE con importaciones de petróleo elevadas en relación a nuestro PIB.

Otra buena forma de ahorrar energía es la combinación de la agricultura ecológica, las dietas poco carnívoras y las redes cortas de comercialización. Por una parte, producir un kilo de proteína animal requiere entre 3 y 10 kilos de proteína vegetal, con lo cual el ahorro energético de una dieta menos carnívora es considerable. Esto se nota en el bolsillo, ya que la carne suele ser lo más caro de la cesta de la compra. Además, se estima que en España consumimos el doble de la carne necesaria, lo cual no beneficia en absoluto a nuestra salud.

Por otra parte, la agricultura ecológica se basa en cultivar sin abonos y pesticidas químicos, que son fabricados a base de gas natural y petróleo, y, por ello, requiere menos energía. Los rendimientos de la agricultura orgánica son cada día mejores y algunos estudios recientes (como el realizado por el instituto ISTAS) concluyen que su producción por hectárea es muy similar a la de la convencional, pero con mucho menor impacto ambiental y mayor creación de puestos de trabajo. El elevado precio que los productos ecológicos tienen actualmente no se debe tanto a los bajos rendimientos como a la comercialización, por lo que los precios podrían bajar sustancialmente si, desde las administraciones, se apuesta por esta agricultura ahorradora de energía y creadora de empleo.

Sin embargo, no se puede considerar que una producción agraria es ecológica si no se basa en redes de distribución lo más cortas posibles. El consumo energético y las emisiones de CO2 que requiere la actual producción y distribución de alimentos son desorbitados, ya que se estima que los alimentos viajan una media de 4000 kilómetros antes de llegar a nuestra mesa. Una relocalización de la producción de alimentos sería muy deseable, ya que, el precio del combustible para transportar esos alimentos termina repercutiendo en el consumidor.

La actual crisis económica es tan severa que está haciendo que nos centremos en el día a día y no prestemos atención a aspectos como la energía. Es excesivamente simplista atribuir al elevado precio del petróleo toda la responsabilidad de la actual crisis, pero también es simplista pensar que la escasez de una materia prima absolutamente indispensable en todas nuestras actividades no vaya a tener importantes repercusiones. El hecho de que el precio del petróleo se haya multiplicado por cuatro en menos de una década y la producción lleve cinco años prácticamente estancada, tiene, probablemente, mucha más responsabilidad en la crisis económica global de lo que se reconoce oficialmente.

Aparcar el coche en la ciudad, usar la bici, instalar aislantes y paneles solares en casa, cambiar a dietas más vegetarianas y a una agricultura ecológica y local… todo ello puede ayudar a nuestra economía, tremendamente dependiente del petróleo, y hacer que nuestra calidad de vida no disminuya por ello. Cambiar hacia un estilo de vida más ecológico no sólo es una forma altruista de beneficiar al medio ambiente, es también una forma de beneficiar nuestros bolsillos, crear empleos y reactivar la economía de un país, como el nuestro, con una enorme crisis económica y enormemente dependiente de la importación de energía.

Marga Mediavilla Pascual, publicado en El Norte de Castilla, 9 de febrero 2012.

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