¿Qué tal releer un “best-seller” mundial de divulgación científica de hace medio siglo, traducido a más de una decena de idiomas?

¿Qué tal si es una traducción al castellano de la editorial Atlante (1967, Avda. del Generalísimo 16, Madrid) de un libro cuyos autores son soviéticos?

Y, ¿qué tal si se titula: “El mundo y el hombre en el siglo XXI” y se trata de una recopilación de entrevistas a los científicos e ingenieros más relevantes de la URSS de 1962?

Las entrevistas se basan en pedir a los científicos que expongan su visión de cómo será a principios del siglo XXI la tecnología y el mundo, focalizándose en la disciplina en que son expertos.

Promete porque estamos en un contexto histórico un tanto especial, es la URSS del vuelo del cosmonauta Gagarin, así que el entusiasmo tecno-optimista es de prever que sea paradigmático.

Pero el que se publicara y se vendiera bien en los países más industrializados de occidente, e incluso que pasara la censura franquista, significa que expone algo común que permea tanto al capitalismo de Europa, Japón y Norteamérica, como al comunismo soviético, como al minúsculo reducto del nacionalsocialismo de España.

No quiero quedarme solo en la crítica fácil, porque piedras similares se podrían lanzar contra el tejado de los pesimistas tecnológicos (estupideces se dicen en ambos extremos), pero sí quiero entrar en las causas raíz de porqué los mejores científicos de la época dijeron tamañas tonterías.

Comencemos extrayendo unas cuantas citas del libro, todas referidas a lo que según ellos seguro tendríamos ahora (cada cita de un autor):

  • Es indudable que la energía producida por la fisión nuclear… iluminará nuestras habitaciones en 1970, pondrá en movimiento los mecanismos de gigantescas excavadoras en 1980 y lanzará hasta los más lejanos planetas el cohete de los habitantes de la Tierra en el año 2000.
  • La fusión nuclear puede ser que antes de 1980, pero pudiera retrasarse hasta el año 2000.
  • Los mineros del carbón desaparecerán en nuestro siglo gracias a la gasificación del carbón in situ totalmente automatizada…, mirarán con asombro las cuencas carboníferas los pasajeros de los aerotrenes estratosféricos supersónicos del s. XXI.
  • La URSS producirá 12-15 billones de Kw·h/año de electricidad (produce aproximadamente 10 veces menos).
  • Produciremos 20 billones de Kw·h/año de electricidad, más de 8 serán de centrales nucleares (el equivalente a unas 1000 centrales nucleares solo en la URSS, el mundo anda por las 450).
  • No hay heliocentrales eléctricas porque… el fantasma del hambre energética amenaza a la humanidad para un futuro todavía muy lejano y nebuloso: para el s. XXII o puede ser que el s. XXIII
  • Dentro de 30 o 40 años un sol artificial, situado a una altura de 20 a 30 Km iluminará con sus rayos Moscú y su provincia.
  • Tendremos que construir líneas férreas de 3 a 5 metros de anchura con locomotoras atómicas (250-300 Km/h). Indudablemente el transporte urbano será en aceras rodantes y los taxis serán helicópteros. Los automóviles por turborreactores a 250-300 km/hora. Los aviones irán por la ionosfera a 5 o 6000 km/hora movidos por energía atómica.
  • Los automóviles se alimentarán con la corriente de alta frecuencia que creerán cables subterráneos. Esta corriente se emplea también en invierno para limpiar las calles de nieve y calentar la calzada y las aceras.
  • En este siglo XX haremos viajes de ida y vuelta a todos los planetas, incluido Plutón.
  • Los cohetes de pasajeros (en 10 o 15 años veremos los primeros) serán como hoy son los automóviles o el avión. Un viaje de Moscú a Australia o al Brasil se realizará en unos minutos. A finales del s. XX tendrán una potencia de más de 1000 millones de caballos.

 

Son solo unos pocos ejemplos de entre docenas de ellos (¡430 páginas!).

El tecno-optimismo no se queda solo en cuestiones energéticas o de tecnología industrial. No ven límites (lo dicen literalmente) a la población humana (la agricultura puede alimentar a más de 30000 millones) o a la longevidad humana (no habrá enfermedades)…

Tan solo una par de historias se han cumplido: la descripción de algo que nos recordaría a lo que hoy podemos hacer con nuestros móviles y el uso generalizado de materiales plásticos y artificiales (no se preocupen, esos mismos científicos ponen otros ejemplos exagerados). Es un fallo sistemático de exageración.

Pero no nos confundamos, no hablamos de literatura de ciencia ficción, son científicos que ejercen su argumento de autoridad:

Si la fantasía no se asienta sobre una base sólida, racional, puede pasar a convertirse en manía de lo fantástico. Lo dice quien iluminará Moscú con un sol artificial.

Lo dicen científicos e ingenieros en calidad de tales que aseguran que la ley de los rendimientos decrecientes es errónea.

Es más, como científicos saben que su método es conservador por naturaleza, así que:

 

Es posible que un científico del siglo XXI, al encontrar este libro en una biblioteca, exclame: “¡qué modestos eran en sus sueños mis colegas de aquel entonces!”.

 

El problema no es que fallen en sus previsiones, es que su tecnofilia y cientifismo extremos les hace olvidarse de hacer cuatro cuentas. Si las hubieran hecho, rápidamente ellos mismos se habrían dado cuento de algunas de las tonterías que estaban diciendo.

Pongo un ejemplo.

Esos cohetes de miles de millones de caballos que nos transportarían de España a Nueva Zelanda en unos minutos… irían tan acelerados que someteríamos a los pasajeros a varias veces su peso corporal… y 20 de ellos volando permanentemente (son cientos los aviones los que están en vuelo permanentemente) consumirían tanta energía como la que en 2014 consume toda la humanidad…

La abundancia energética (su falta), es la culpable de que tantos sueños no se hayan cumplido. Es la principal culpable de porqué la literatura y las películas de ciencia ficción fallan siempre. Aún hoy. Hasta la película de culto Matrix comete la estupidez de decirnos que las máquinas se alimentan de la energía de los cuerpos humanos.

Crecíamos en consumo energético a ritmos de más del 5% anual, y extrapolaron sin pensar.

Pero no es solo la abundancia energética lo que lleva al error. Es un exceso de confianza en la propia ciencia y tecnología.

 

¿Por qué el hombre ha de estar condenado a morir? No existe una ley objetiva de la Naturaleza que diga: ¡Sí, el organismo vivo debe morir! Y nunca se descubrirá esta ley, ya que en la Naturaleza no existe.

Convertimos el sueño en una realidad necesaria. El científico en cuestión es diputado del Soviet Supremo y botánico.  Experto en un tipo de células de la (meta)secuoya:

Yo no he podido descubrir en ella procesos de envejecimiento natural: no existen… Considero que el envejecimiento es un proceso patológico, anormal, enfermizo… se puede anular el mecanismo que obliga a envejecer a la célula y entonces… el organismo humano será inmortal.

Aquí vemos fácilmente el fallo lógico del diputado científico: resulta que lo que él no ha descubierto en una planta lo extrapola a todos los seres vivos. Es justo lo contrario del razonamiento que se hace desde la ciencia bien empleada.

¿Tamaños sesgos cognitivos tienen los grandes científicos? Como se descuiden sí. He leído que Lord Kelvin dijo que nunca podríamos volar con máquinas más pesadas que el aire… Me imagino que en ese momento su cerebro se olvidó de los gorriones y las palomas…

En el fondo de lo que hablamos es una vez más de los mitos culturales. Incluso nuestros amigos soviéticos eran conscientes de su sueño (no del mito). Citan a Francis Bacon en su obra de ciencia ficción New Atlantis:

“Conocer las causas y las fuerzas ocultas de todas las cosas y hacer mayor el poder del hombre sobre la naturaleza, hasta que todo le sea posible”. Para luego decir que ya tenemos cumplidos muchos de los sueños de Bacon y reconocer que ¿acaso nosotros no perseguimos el mismo sueño?

No es una identificación casual cuando recuerdan a Dante Alighieri en la Divina Comedia: “Que ni el Sol caliente ni ilumine en balde, ni el agua fluya ni las olas rompan contra la orilla sin provecho. Hay que extraer de ellos los dones de la naturaleza que se despilfarran y domeñarlos, sometiéndolos a nuestra voluntad”… hoy día puede servir de divisa a los energéticos.

El sueño que quizás inician los griegos se asienta en el renacimiento europeo para tener su apoteosis en la época de Gagarin:

  • ¿Un túnel por debajo del Océano Atlántico? ¿El calentamiento de la tundra y la fusión de la capa de hielo que cubre Groenlandia? ¡Se realizará! Basta con que se considere necesario. (¡qué paradoja que el hielo de Groenlandia se esté fundiendo de verdad!)
  • No sólo hemos de pescar peces, cazar ballenas y coger invertebrados comestibles del tipo de la langosta y de las ostras. Hay que utilizar en beneficio del hombre toda la población marina.
  • Vale la pena transformar en viveros todos los océanos de la Tierra.
  • Una vez que se hayan descubierto los secretos de la formación del tiempo (metereológico) habrán de inmiscuirse en su mecanismo y dirigir su acción en el sentido deseado.
  • Corregiremos los errores cometidos por la Naturaleza… Todos los grandes ríos que fluyen hacia el Sur han de convertirse en una cadena de lagos, de embalses… La transformación de la Naturaleza, su adaptación a las necesidades del hombre… será un combate, una lucha erizada de obstáculos.
  • El hombre –señor de la Naturaleza- tomará en sus manos, inevitablemente…, todas las riquezas de nuestro planeta, cualquiera que sea el lugar en que se encuentren.
  • Se puede cortar con un dique el Estrecho de Gibraltar, ganando así el Mar Mediterráneo enormes sectores de tierras fertilísimas, hoy bajo las aguas… Se pueden crear en las zonas desérticas del Sahara enormes mares de agua dulce, cuya influencia suavizará el clima de todo el continente.
  • Los desiertos ocupan casi un 15%, ello representa una pérdida que no se puede admitir… los glaciares cubren una superficie de 16,3 millones de kilómetros cuadrados… ¡monstruosa irregularidad!… tenemos que redistribuir de forma más uniforme el calor que la Tierra recibe… ¡y qué decir de las montañas, incómodas y, a veces, inhabitables!… No, ni el más obtuso ingeniero, al diseñar nuestro planeta con miras a su habitabilidad, hubiera situado en su superficie tan gran número de costillas rígidas, de cadenas montañosas (¡Vaya gol que metieron en la página 333 a los censores católicos!).

 

El sueño es en realidad un proyecto ateo de divinidad humana por vía de la ciencia y la tecnología:

Ese día (12 de abril de 1961, vuelo de Gagarin), el hombre, por 1ª vez en su historia, cara a cara y no a través del movedizo velo de la atmósfera, vio el Universo en que vive y del que le corresponde ser el dominador.

 

Supongo que el lector que sigue conmigo en estas líneas habrá pasado a estas alturas de la sonrisa escéptica o irónica a un cierto asco. ¿No?

Si es así, ¡qué tamaño cambio cultural hemos hecho en tan poco tiempo!

 

No sé si por instinto o por los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente, pero cuando leí por primera vez ese libro (a principios de los 80), esa parte de cosificación y dominios absolutos de la vida no me gustaban, pero soñaba con la exploración espacial (un lustro después aposté con mis compañeros a que nuestros hijos tendrían la posibilidad de hacer como viaje fin de carrera un paseo espacial, aunque fuera tan caro como irse entonces a Australia).

Lo importante no es que nos hayamos hecho más realista-pesimistas. Eso es útil para analizar nuestros límites de crecimiento, pico del petróleo y colapso de civilización. Es más, el estar acabando con ese mito del progreso infinito tecnológico es un signo del colapso y transición de civilización.

Lo más importante es que a muchos el sueño soviético-capitalista-nazista de hace tan solo medio siglo ya nos parece una visión repugnante del presente y del futuro. Y eso es muy esperanzador.

 

Todo se realimenta.

Carlos de Castro Carranza


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