En la actualidad menos del 1% de las personas que trabajan en el mundo se dedican directa o indirectamente al sector energético de las fósiles (y del resto de energías comerciales). Esto no es poco, pero sobre todo, no es mucho. Aunque vivamos en sociedades con mucho paro estructural, el que la energía fósil requiera pocos trabajadores (como pasó con los agricultores) es lo que nos ha permitido que la mayoría podamos dedicarnos a otros menesteres y con ello a hacer sociedades complejas (aunque frágiles).

El fracking tejano del petróleo ha disparado el empleo directo e indirecto de este estado (y con él el de EEUU). Se han venido a crear aproximadamente algo más de un millón de empleos nuevos por cada millón de nuevos barriles diarios extraídos allí. La creación de puestos de trabajo vende tanto socialemente que ese tipo de trabajos terminan siendo la principal excusa para degradar los ecosistemas y en realidad no es tan bueno en un mundo que está transitando rápidamente su mix energético. Con la proporción de Texas una sociedad montada sobre el fracking requeriría que más del 10% de los trabajadores del mundo se dedicaran a esta forma de vida, limando la compejidad de la sociedad, en especial cuando la cosa energética se vaya acabando. Así sabemos que se avecina un desastre social en Texas mientras viven su breve esplendor porque no es lo mismo crecer rápido que decrecer rápido, ¿cuantos Detroit veremos allí en breve?

En el fondo la elevada necesidad de trabajadores está relacionada con la Tasa de Retorno Energético. Existe una alta correlación (a través de relaciones causales) entre un bajo retorno energético y una alta necesidad de trabajadores. Para el caso de un mundo fotovoltaico se requeriría que más del 20% nos dedicáramos solo a captar esta energía (y también más proporción de agricultores «solares» también para la otra fuente de energía: la alimentación), haciendo imposible cualquier complejidad social. Parece que el fracking no es un caso tan malo en estos términos como la fotovoltaica pero nos indica también hacia dónde nos estamos dirigiendo. Además, el fracking requerirá trabajadores para combatir los desastres ambientales y sanitarios que produce, puestos indirectos que habría que contabilizar porque no se crearían si utilizáramos otras tecnologías menos agresivas como la solar. Al final casi todos nos dedicaremos al sector energético o a paliar sus daños y no nos podremos permitir trabajos «ociosos» como el de profesor de universidad.

Será uno de los síntomas de colapso, y una causa también, el regreso a los sectores productivos (agricultura, minería y energía) y de cuidados (salud, restauración de suelos).

Todo se realimenta.

Carlos de Castro Carranza

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