Hace unos 15 años escribí (en «La Revolución Solidaria»):

«En 1991 un proyecto en el estado de Arizona estaba condenado al fracaso tan solo un
par de años más tarde; se llamó Biosfera II y trataba de simular en pequeño a nuestra
Biosfera (la I).
En un espacio de poco más o menos dos campos de fútbol tuvieron que convivir con
ocho científicos muy diversos ecosistemas. La idea era que Biosfera II permaneciera
aislada de Biosfera I salvo la entrada de la energía proveniente del Sol.
El proyecto, aunque caro, era interesante por tres motivos:
Porque se iba a aprender mucho de cómo funcionan los ecosistemas. Porque si algún día
queremos hacer viajes interestelares deberemos montar un ecosistema artificial
autosuficiente. Y porque aprenderíamos a valorar las funciones que los ecosistemas
hacen por nosotros.
Del fracaso de tal experimento efectivamente se aprendió mucho de los ecosistemas y
de cuan lejos estamos de poder simular a nuestra Biosfera.
Y a pesar de esto ahora estamos embarcados en un nuevo proyecto, el Biosfera III.
Consiste en «Terraformar», hacer habitable para los seres humanos, un planeta entero:
Antropia.
Es el experimento más grande y menos conocido de la humanidad: los conejillos de
indias somos las personas y toda la vida que necesitemos llevar a Antropia. El planeta
elegido es, por supuesto, la propia Tierra. El experimento ha empezado ya hace unas
décadas y durará unas pocas más.
Hasta ahora ha consistido básicamente en despejar el terreno de Biosfera I, eliminando
más del 50% de los bosques, un 20% de los corales, casi todos los ecosistemas acuáticos
a través de la pesca intensiva, etc. Y comenzar a sustituirlo por el ecosistema de
Antropia: ciudades, carreteras, zonas agrícolas y ganaderas, desiertos, plantaciones y
explotaciones piscícolas…
Como aún estamos aprendiendo (recordemos que fracasó Biosfera II), tenemos algún
problemilla colateral: Efecto invernadero, lluvia ácida, agujero en la capa de ozono,
salinización y pérdida de suelos fértiles, contaminación de las cuencas fluviales,
atmósfera contaminada en muchas ciudades, concentraciones de metales (Hg, Cd, As,
Pb…) nunca vistas antes en Biosfera I. Y algún otro efecto colateral previsible: pérdida
de biodiversidad, plagas y uniformidad en el paisaje.
Con unos cientos de especies -en vez de millones- vamos a suplir las funciones
ecológicas que ahora hace Biosfera I. Y tenemos que aprender rápido, resulta que una
plantación de eucaliptos no es igual de eficiente para retener el agua, limpiar la
atmósfera, el agua y el suelo, reciclar nutrientes, etc. como el bosque que sustituyó,
resulta que nuestros pesticidas, aunque eficientes a corto plazo, dan muchos problemas
que no daban los depredadores que sustituyeron, resulta que nuestras zonas de
acuicultura producen un pescado que ya no va a poder seguir dando Biosfera I, pero que
también dan muchos problemas que no daban los bancos de pesca que han desaparecido.
Resulta que una carretera absorbe recursos y no los proporciona.
No sé si hay elección entre Biosfera I y Biosfera III. Uno puede ser optimista y pensar
que una alta tecnología puede suplir todas esas funciones que hacía Biosfera I y resolver
todos los problemas colaterales. Y tener en zoológicos-reservas unos cuantos miles de
especies para disfrute nuestro.
Un mundo en el que el flujo del agua, del nitrógeno, del carbono, de los metales, etc. sea
controlado por el ser humano de forma eficiente. Un mundo humano que deberíamos
llamar Antropia.
O quizás ser algo menos optimista y «conformarse» con Biosfera I pensando que aún así
una adecuada tecnología nos proporcionará un digno nivel de vida. Y poder ir en
silencio a ver a una ballena azul nadando libre en el mar.
Me parece menos utópico Biosfera I. Y me gusta mucho más.»

En esta quincena de años se ha continuado la «Terraformación» del planeta y se han
acumulado los estudios; los míos también.
Hoy sabemos que no hay elección entre Biosfera I y III (ya se sospechaba), no tenemos
ni los conocimientos (cuanto más aprendemos más sabemos de la enorme complejidad
de Gaia, que se lo digan a los climatólogos), ni la tecnología, ni los materiales y la
energía necesarios para construir Antropia. Y nunca los tendremos, pues Gaia necesitó
millones de años para terraformar el planeta y no es tan estúpida como nuestra Civilización.
Hoy sabemos que los efectos colaterales que hemos disparado, principalmente el
cambio climático, la disrrupción de ciclos de materiales y la pérdida de biodiversidad,
tienen unas inercias desatadas muy importantes; inercias que significan irreversibilidad
a escala humana. Hoy, cada vez con más fuerza, sospecho que lo que corre peligro no es
Antropia, sino la propia Biosfera I, Gaia.
Para mí es obvio que esta Civilización ha entrado en colapso. Creo que cuanto más
rápido extingamos esta Civilización más oportunidades tendrá la humanidad de crear
alguna Civilización después. Si fracasamos en su rápida extinción Gaia lo hará en un
siglo o dos, pero a lo mejor, Gaia queda tan enferma que no habría ya oportunidad
alguna para nuestra especie. Es más, ya no se puede descartar que en esa resistencia al
colapso, la enfermedad de Gaia sea mortal. Y si muere Gaia, muere TODO, al menos
todo lo que vale la pena en unos años-luz a la redonda.
La discusión a parte de filosófico-moral es social y política. Resulta que nuestra
Civilización global y capitalista se está resistiendo a desaparecer de la peor manera
posible, está muriendo matando. ¿Cómo? Quemando más carbón y gas natural para
sustituir una parte del descenso del petróleo. Dedicando 50 millones de hectáreas (un
tercio del espacio que ocupa el arroz) a los biocarburantes sustituyendo más bosques.
Tratando de sacar hasta la última gota de «petróleo» del subsuelo, aunque aumenten los
impactos ecológicos. Olvidándonos de la crisis ecológica y energética -profundizando
en ellas- porque estamos en recesión económica. Aumentando las desigualdades en el
mundo (ahora se unen ricos en China a los ricos de occidente, a costa de clases medias y,
como desde siempre, a costa de los pobres). Profundizando en la desinformación, la
deseducación etc. (en España reduciendo el sector educativo). Y un largo etc. de
reacciones en la dirección equivocada. Radicalmente equivocada.
Esta estupidez de nuestra Civilización no la podía creer hace 15 años. No creí a Einstein cuando dijo
que es infinita.
Lo que nos jugamos no es sólo nuestro futuro y el de nuestros hijos. Es TODO el futuro.
Cruzarse de brazos o desesperarse ante la realidad anterior, son opciones también
estúpidas.
Todo se realimenta.
Carlos de Castro Carranza

Si continuas utilizando este sitio aceptas el uso de cookies. más información

Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar