Hace apenas 15 días la UE volvió a incrementar el límite máximo de la proporción que los biofuels producidos a partir de cultivos alimenticios podrán cubrir respecto del total de energía para transporte en la UE, pasando de un 6 a un 7% (ya lo había hecho anteriormente del 5 al 6%).
Cuando se creó hace 10 años la política de promoción de biofuels de la UE (RED), se fijó el objetivo de que prácticamente el 10% de la energía total para transporte en 2020 fuera cubierta por éstos. La principal ventaja de los biofuels es que permitiría la sustitución del petróleo por otro combustible sin la necesidad de transformar la industria automovilística ni la actual infraestructura de suministro (comparar con la complejidad de la implementación a gran escala del coche eléctrico o de hidrógeno). Los objetivos declarados entonces por la UE fueron principalmente 3:
- reducción de las emisiones de efecto invernadero,
- reducción de la dependencia energética (la UE importó en 2010 el 85% del petróleo),
- la creación de riqueza y trabajo en las áreas rurales.
Con el andar de los años, las investigación de los llamados «cambios indirectos en el uso de la tierra» (ILUC):
ha provocado que, en realidad, las emisiones totales de efecto invernadero de la mayoría de los biofuels producidos en Europa (biodiésel) sean del mismo orden de magnitud (incluso mayores) que las procedentes de los combustibles fósiles:
Otro síntoma más, pues, de la colisión entre el paradigma del «mundo vacío» vs. el «mundo lleno». Pues este «mínimo» incremento de producción de combustibles líquidos ha supuesto la extensión de millones de hectáreas adicionales (36 en 2008 según [UNEP2009] -serán más hoy-) debido a su bajísima densidad energética, agravando las presiones sobre la tierra agraria disponible a nivel mundial. Mientras tanto, la producción de petróleo convencional sigue estancada (curva roja, gráfica de la izquierda) y el consumo de combustibles líquidos sigue cayendo en Europa (curva amarilla, gráfica de la derecha)…
e incluso las proyecciones del nuevo WEO2013 no son nada halagüeñas.
Así, pese a las evidencias científicas de que la actual política europea de biofuels no constituye una herramienta eficaz en la lucha contra el cambio climático, la UE aparca una vez más lo ambiental en pos de buscar mejorar su dependencia energética (decisión apuntalada por la presión del lobby de los biocombustibles que simplemente busca proteger sus inversiones).
Este ejercicio de realpolitik frente a la crisis económica/energética es combinado con otro simultáneo de «irrealpolitik»: el mantenimiento del objetivo del 10% para 2020, cuando los llamados biofuels avanzados son un conjunto de tecnologías aún en fase temprana de investigación y desarrollo que serán incapaces de realizar ninguna aportación significativa al mix antes de esa fecha [Janda 2012]. Además, para completar la diferencia entre el 10% y el 5-6-7%, introducen conceptos tan insólitos como la doble contabilidad de los biofuels avanzados (¿?). En el fondo se trata de artificios para mantener el objetivo inicial, produciéndose una peligrosa divergencia entre los objetivos políticos declarados por la UE y los realizables (e incluso los deseables, como hemos visto en el caso de las emisiones). Si una rectificación parece más acertada, más transparente y sencillamente más simple, ¿qué lo impide, pues?
Iñigo Capellán-Pérez
Referencias
«Are biofuels worse than fossil fuels?», The Guardian, 29 noviembre 2013. <http://www.theguardian.com/environment/2013/nov/29/biofuels-worse-fossil-fuels-food-crops-greenhouse-gases>
[UNEP2009] UNEP. “Towards Sustainable Production and Use of Resources: Assessing Biofuels.” United Nations Environment Programme, 2009.
[van Renssen 2011] Van Renssen, Sonja. “A Biofuel Conundrum.” Nature Climate Change 1, no. 8 (November 2011): 389–390. doi:10.1038/nclimate1265. <http://www.nature.com/nclimate/journal/v1/n8/full/nclimate1265.html>