El día 5 de de noviembre 2021, sexto día de la COP26 y tercer día de acreditación para GEEDS, coincidía con el día de los jóvenes en la lucha climática. Mientras que Al Gore, ex vicepresidente de los Estados Unidos, captaba la atención de los participantes y la prensa privilegiada y habilitada para entrar en la zona Blue de la cumbre, la situación fuera tenía un tono bastante diferente. Gore hizo hincapié en la necesidad de reducir emisiones de CO2 y en los problemas relacionados con el ciclo del agua y, en general, aportó datos manidos y buenas palabras.
Los primeros días de anuncios triunfales de financiación y programas han empezado ya a chocar con el punto de vista desconfiado de los analistas especializados en política climática. Algunos medios de comunicación han empezado a desmontar la narrativa optimista que surgió en la apertura de la COP. Glasgow empieza a convertirse en un lugar de confrontación en el que observamos cómo al bochornoso greenwashing que se puede ver dentro de la cumbre se le enfrentan nuevas perspectivas o puntos de vista.
Y es que no parece haber demasiados avances en las negociaciones. Ya se sabe que el derecho internacional es complejo y es difícil llegar a acuerdos. El progreso de las negociaciones se complica: cualquier avance con respecto a los textos que se negocian tiene que ser aprobado por todos las partes. Por ejemplo, el otro día se presentaba una declaración que pretendía poner fin a la financiación pública de combustibles fósiles, pero solo 25 países la suscribieron, por lo que parece bastante improbable que salga adelante. Entre los países que han bloqueado esta declaración se encuentra España. Arabia Saudí ha bloqueado también negociaciones, y los países insulares han tratado de hacerse ver con llamativas puestas en escena, como la del presidente de Tuvalu dando un discurso cubierto hasta la cintura por el agua del mar.
Hasta el momento, los países han centrado gran parte de su trabajo en el desarrollo del artículo 4 y el artículo 6 del Acuerdo de París, que tienen que ver, a grandes rasgos, con la adopción de tiempos comunes para las contribuciones nacionales determinadas y los mercados de carbono y mecanismos de compensación. Durante los últimos días y también los próximos, los distintos países están elaborando propuestas para estos artículos, que después se llevarán a los plenarios con el objetivo de elaborar documentos que recojan las aportaciones de todos ellos. Como destacaba la revista ECO, algunos países se preocupan porque estos textos garanticen el cumplimiento de los Derechos Humanos, mientras que otros como India, se posicionan en contra.
Un hecho bastante evidente y criticable de esta COP26 es la falta de transparencia. A pesar de que desde GEEDS estábamos acreditados como observadores, nos hemos encontrado con muchas dificultades a la hora de seguir de cerca las negociaciones, dadas las restricciones para entrar a los plenarios. Además, mucha de la información que se maneja en estas discusiones es ampliamente desconocida. Por ejemplo, aunque el artículo 6 es popular principalmente por lo que tiene que ver con los mecanismos de mercado para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, el apartado 6.8 también habla de mecanismos centrados en la cooperación y no tanto en lógicas mercantilistas. Sin embargo, los esfuerzos en esta parte del artículo suelen ser bloqueados por los países del norte. Asimismo, es fácil que se acaben colando en los textos algunas ideas problemáticas como la descarbonización neta, muy alejada de la acción seria que se requiere para reducir drásticamente las emisiones.
Frente a todos estos laberintos legales y entramados burocráticos, la situación vivida en las calles de Glasgow es bastante diferente y ya se han podido presenciar diversas protestas. A las 11 de la mañana del día 5 de noviembre tenía lugar una manifestación convocada por Fridays For Future (FFF) a la que han acudido más de 20.000 personas. Y al día siguiente tuvo lugar otra que, según las estimaciones, logró reunir a unas 100.000 personas. A ambas manifestaciones acudió la mediática Greta Thunberg. La capacidad de convocatoria del movimiento ecologista ha quedado demostrada, aunque sí que ha faltado, a nuestro modo de ver, una organización en cuanto a las proclamas y reclamaciones. Pero sí que existía consenso en cuanto a la necesidad de exigir una mayor planificación y contundencia en el desarrollo de políticas frente al cambio climático, así como acciones inmediatas, concretas y justas. En las protestas han participado diversos grupos con muy distintas motivaciones. Entre estos grupos encontrábamos muchas personas jóvenes, familias, asociaciones y partidos políticos.
Lo que es innegable es que cada vez existe una brecha mayor entre lo que ocurre dentro de la zona azul de la Cumbre del Clima y lo que exige la ciudadanía en las calles. La COP26 aún no ha acabado y quizás es pronto para hacer valoraciones contundentes, pero ya se puede leer cierto tono pesimista entre los activistas, que demuestra que, una vez más, las palabras no se están traduciendo a actos. A pesar de las dificultades mencionadas con respecto al acceso a la información, estaremos atentos a cómo evolucionan las negociaciones los próximos días.