Hace unos años, cuando pensábamos que la burbuja del ladrillo iba a estallar, el petróleo iba a seguir subiendo y la crisis económica era inevitable, reflexionábamos acerca de cómo podríamos adaptarnos para que el golpe fuera lo menos doloroso posible.
Pensábamos que para ello había que proteger lo más importante: el empleo, los servicios sociales, la vivienda, la sanidad, la cultura… Además creíamos que había que aprender a vivir de otra forma, usando menos recursos naturales pero consiguiendo más satisfacciones humanas. El camino no podía ser otro que el “menos es más”: necesitar menos para vivir mejor. Teníamos que aprender a movernos, divertirnos, curarnos y alimentarnos de otra manera, cambiando el consumismo derrochador por la solidaridad y el contacto entre las personas.
Pero el futuro se ha hecho presente y casi nadie estaba preparado para ello.
Y han llegado algunos jóvenes intentando sobrevivir en ese futuro que ya es presente buscando centros sociales autogestionados donde cubrir sus necesidades básicas de contacto personal, ocio creativo, cultura y vivienda con poco dinero y mucha ilusión; aprovechando las cosas y las casas que no se usan para compartirlas y reutilizarlas y reciclarlas.
Pero nuestros gobernantes siguen guiándonos hacia el futuro, el mismo futuro al que nos guiaban en el siglo pasado, sin pararse a observar los colores del siglo nuevo, porque sus ojos están llenos de cataratas y no los ven. Y esos gobernantes del pasado nos siguen guiando hacia un mundo lleno de grandes centros comerciales, grandes empresas transnacionales, grandes bancos y grandes burbujas especulativas. Y cogen a los jóvenes y les rompen sus reciclados y reutilizados sueños de futuro humano y solidario y los tiran a la basura. Son sueños inservibles, dicen con la arrogancia que les caracteriza, cosas del pasado contrarias al progreso.
Y esos gobernantes se piensan que nos llevan al futuro. Y lo peor es que muchos de nuestros vecinos les votan y también se piensan que vamos al futuro. Pero no se dan cuenta de que ese futuro es el futuro del siglo pasado y además vamos guiados por gobernantes con los ojos blancos de cataratas.
Marga Mediavilla