A colación del post anterior de Marga, copio parte de lo que escribí en «La Revolución Solidaria», hace ya más de 12 años:
«Las religiones suelen enseñar a juzgar la conducta que es adecuada para las personas. Se parte de la premisa de que el individuo es libre y por tanto responsable de sus actos y se dan unas pautas más o menos concretas de lo que es el comportamiento ideal.
En casi todas las religiones el amor es el principio fundamental. Por él podemos juzgarnos a nosotros mismos y a los demás.
Las propias sociedades, al margen o no de las religiones, tienen un mecanismo parecido de evaluación de los individuos (costumbres, tradiciones y leyes).
Sin embargo, el choque de dos civilizaciones se juzga con un mecanismo distinto, sobre todo cuando una aplasta a la otra. La historia es contada por el vencedor, y sólo después de muchos años, al menos de varias generaciones, se puede considerar la interpretación de los hechos por parte del perdedor.
Yo conozco bien este hecho porque lo he vivido. Cuando era muy niño, jugar a los indios y vaqueros suponía que los malos eran los primeros y los buenos los segundos, como en las películas que veíamos. Pocos años después, aún jugando, resultó que había que pedirse ser del bando de los indios.
Reflexioné poco desepués sobre este extraño hecho y así, cuando vi desde entonces las películas sobre la segunda guerra mundial siempre me decía: «sí es verdad, pero lo de Hirosima es tan salvaje como lo de Dachau». De ahí al pacifismo hay un pequeño paso…
Hoy, que cada vez es más fuerte la idea de una única civilización sobre la Tierra, ¿cómo vamos a ser capaces de juzgarla? Ninguna civilización nos va a aplastar como para ser juzgados y a nadie nos queda por aplastar para juzgar. ¿Cómo encontrar pues «la conducta propia correcta» de nuestra civilización?
A mí me gusta hacer un pequeño ejercicio de imaginación para objetivizar mejor nuestros actos como civilización: me imagino que una civilización extraterrestre muy avanzada nos observa y nos juzga: Cuando me entran ganas de sonrojarme como parte de la humanidad, entonces sé que eso no esta bien. Entonces me ayuda pensar que esos extraterrestres imaginarios hacen que me sonroje de pura vergüenza porque el 80% de la humanidad está empobrecida por el otro 20% o porque decenas de especies son extinguidas diariamente por nuestras manos. Por ejemplo.»
El enemigo común en realidad es nuestra propia Civilización. Hoy leí una frase (vimeo.com/17286537) que expresa de forma genial el sentimiento que arrastro desde hace algunos años:
«Mi optimismo está basado en la certeza de que ésta civilización está derrumbándose. Mi pesimismo en todo lo que está haciendo por arrastrarnos en su caída». Y añado: Mis miras están puestas ya en la siguiente civilización humana.
¿Cómo hacemos para inventar una bandera de solidaridad cuando el enemigo común llena todos los espacios a nuestro alrededor y nos convierte a la mayoría en enemigos de nosotros mismos?
Carlos de Castro Carranza
la Era de la Denegación (blog de Jorge Riechmann)
Escribe Odile Rodríguez de la Fuente: “¿Dónde está el enemigo? El enemigo es la mentira sobre la que hemos construido todo. La burbuja que se desinfla y pone de manifiesto nuestra fragilidad, las contradicciones, locuras e insostenibilidad de un sistema que trabaja contra natura. Y lo peor de todo es que como en todo fin de ciclo, multitud de personas, instituciones y resortes del sistema lucharán por mantener e incluso afianzar el esquema antiguo. Pero ya no es posible…”
Declara Yann Arthus-Bertrand: “La belleza del mundo me ha cambiado la vida. Creo que vivimos en un lugar alucinante. Pero está en peligro. Y lo que no podemos seguir haciendo es negando los hechos. Mucha gente no quiere creer o no quiere ver el daño que estamos haciendo. Cuando yo nací éramos 2.000 millones de personas. Ahora somos 7.000 millones. (…) Vivimos en una completa negación de los hechos…”