Siempre que se profundiza un poco en los males que aquejan al mundo, alguien nos recuerda que en el fondo Codicia y Consumismo están detrás: Detrás de la corrupción está la codicia, detrás de los excesos sobre el ambiente está el consumismo.
No es nuevo, Moisés ya nos advirtió del peligro de adorar al Becerro de Oro, llamemos a este antiguo dios Au.
El mito cultural por la fascinación de Au quizás comienza históricamente con la aparición de las sociedades agrícolas.
Hoy diríamos que a pesar de Moisés, Buda, Cristo, Mahoma o Gandhi, la adoración al becerro de Oro no ha hecho más que aumentar.
Y desde luego los Borgia son un sencillo ejemplo de cómo Au se impone una y otra vez a cualquier otro dios o se alía con ellos.
La desigualdad económica humana, creciente en nuestra cultura global, es fruto de la preponderancia de esta religión.
Hoy los templos son Wall Street, Bancos y demás. Y los sacerdotes son la mayoría de los economistas. Ahora la religión se llama Capitalismo. La lista Forbes está llena de los obispos de esta religión sin equivalente a un Papa.
No digo nada que no hayamos reflexionado muchas personas.
Otro de los males “eternos” que nos aquejan es el derivado de otra desigualdad, la que existe entre las mujeres y los hombres. Religión antigua también donde las haya, pues el patriarcado es una institución pregriega (posiblemente con la domesticación del caballo la guerra se convierte en una profesión masculina que impone al hombre sobre la mujer). Si tuviéramos que escoger un dios al que adorar sería un dios fálico, llamémosle Falo.
Aquí en cambio vamos mucho más atrasados en la denuncia. Ninguna de las grandes religiones (desde Moisés hasta Gandhi mismo) ha sido capaz de denunciar la adoración a este dios. Todo lo más las grandes religiones han ido contra la sexualidad y frecuentemente contra la misma mujer. Basta el ejemplo de la caza de brujas en la Europa del Renacimiento (el dato es escalofriante: conocemos los casos de Galileo, Giordano y demás, pero por cada hombre ajusticiado hubo cincuenta mujeres).
Esta religión tiene sus templos también: Hollywood, la Pasarela de Paris y demás. Adeptos sacerdotes son y siguen siendo publicistas de cualquier cosa (vendan un coche o una colonia te suelen vender el sexo femenino o a la mujer toda) y cirujanos plásticos.
Vamos atrasados en la denuncia precisamente porque la historia ha ninguneado a las mujeres de forma sistemática. Han sido principalmente mujeres las que han denunciado esa desigualdad: Desde Hipatia hasta el movimiento “femen” han sido muchas pero pocas.
El machismo sigue siendo un mito cultural arraigado.
No digo nada que no hayamos reflexionado muchas personas.
Hay una tercera desigualdad bien estudiada y denunciada pero frecuentemente no asociada claramente al tercer dios: “Technos” o el “Progreso técnológico”. La adoración a este tercer dios es algo más reciente, comienza tímidamente en la época griega y se establece como religión claramente definida en el Renacimiento europeo. Esta religión se convierte en mayoritaria con la Revolución Industrial y hoy sus adoradores son legión.
La desigualdad esta vez se produce entre el ser humano y el resto de la naturaleza. Y la denuncia aún está más atrasada que la adoración del dios Falo.
Las grandes religiones ni siguiera se lo han planteado, pese a San Agustín o el Tao. Almas sensibles sí denunciaban la desigualdad entre seres humanos y naturaleza (frecuentemente vista esta como desigualdad entre seres humanos y animales, a ser posible mamíferos). Y el Romanticismo y los luditas son ejemplos históricamente recientes a la denuncia de los excesos que el dios Tecnos estaba cometiendo.
Pero la asociación del dios Tecnos como causa principal de esa desigualdad, es aún más reciente. Los movimientos conservacionistas son del siglo pasado y yo diría que tiene décadas la denuncia de la adoración de Tecnos como fuente principal de esa desigualdad (ecología profunda, neoluditas, científicos de los límites del crecimiento).
Templos del dios progreso son la manzanita mordida, google y demás. Sacerdotes son la mayoría de los científicos e ingenieros. Y los obispos son los Bill Gates del momento.
Aunque la mayoría humana sentada en un diván o arrodillada en un confesionario reconocería que Au y Falo son dañinos, esto no es así para el dios Tecnos. Vivimos en el apogeo de su poder y hasta la mayoría de las soluciones al problema que él genera con la biosfera recurren paradójicamente a él. Aunque no hemos vencido ninguno de los mitos culturales (oro y machismo) hemos encumbrado el mito del progreso tecnológico a lo más alto.
Hay respuestas políticas, no solo religiosas, contra los antiguos dioses. El comunismo, socialismo y anarquismo surgen como respuesta al becerro del oro. El feminismo surge como respuesta al machismo del dios Falo (recordaré aquí, por si acaso, que lo contrario de machismo no es feminismo es el hembrismo). El ecologismo surge como respuesta a la desigualdad con la biosfera y el ludismo contra la adoración del dios Tecnos.
Y las religiones no son corregibles en su esencia. No vale ningún capitalismo reformado (Keynes), ni ninguna solución tecno-verde que suele ser en realidad eco-pijería (pregúntese si su coche ecológico es extrapolable a 9000 millones de humanos y se dará cuenta de lo que hablo), de la misma manera que no nos debería valer ningún machismo responsable. Capitalismo responsable y tecnologías de mercado verdes son oxímoros.
Hay, por su puesto, dioses menores ligados a la patria, a algunas ideologías como el nazismo, etc. y aunque importantes, en realidad suelen estar asociados a los otros tres dioses.
Falta que el ecologismo se haga profundo, o que los neoluditas se hagan ecologistas o que los que advierten de los límites del crecimiento se hagan neoluditas-ecologistas (todos ellos). La unión contra los tres dioses ya se está solicitando (anarco-feminismo, ecofeminismo, etc.).
Sin embargo, hay otro dios detrás de estos tres que no solemos percibir. Es más, como tres caras de un mismo dios, como una trinidad, existe un único dios al que realmente adora nuestra Civilización (y algunos –ismos anteriores fallaron y fallarán precisamente por no darse cuenta de su presencia). Un dios que los abarca a todos. Un dios casi-todo-poderoso.
Tiene este símbolo:
Porque es el Poder económico lo que desean los adoradores del becerro del oro. El poder de poseer más que el otro (si todos tuviéramos tanto oro como agua o arena buscaríamos otra cosa). El faraón, rey o burgués tienen el poder que da el dinero, de posesión de bienes materiales e indirectamente de otros seres humanos
.Porque es el Poder sexual el que desean los adoradores de Falo. El poder de dominio sobre la mujer.
Porque es el Poder sobre la naturaleza el que desean los adoradores de Tecnos. El poder de mani-pularla, el poder de hacer y deshacer a nuestro antojo.
Ironman representa muy bien esta confluencia de mitos culturales en uno solo: El tipo cínico, rico y machista con máquinas que lo elevan a la categoría de superhombre. Es el dios Ironman, que busca la eternidad y la posesión del Universo entero. Es la voluntad de convertir a algún humano (no a todos claro) en dios. Sea por la tecnología como Ironman, por el azar genético: X-men, por nacimiento: Superman, o por contagio: Vampiros. Holliwood y los cómics lo tienen claro. O eres super o te conviertes en la masa degenerada de zombies.
Es nuestra ansia de voluntad de poder y el poder de aplicarlo, lo que ha conducido al colapso de esta Civilización, de nuestra “cultura”. Sin desprendernos de todos esos dioses, de esos mitos culturales, estaremos condenados a repetir una y otra vez los mismos fracasos. Incluso cualquier nueva Civilización que venga tras esta.
Necesitaremos Política con un –ismo anti-Poder, una religión (matriarcal, frugal, gaiana) de diosas y sacerdotisas, obsesionada por evitar a toda costa la concentración de Poder, sea el que sea. Diosas y sacerdotisas que tampoco deberán poseernos.
Y quizás detrás del dios Ironman hay algo intrínseco a la naturaleza humana: el Antropocentrismo. ¡Quieran los dioses que no sea Antropos el dios que está escondido detrás de todos esos dioses!
Carlos de Castro
Aunque tiene ya un tiempo esta entrada – la descubro ahora, al igual que el blog – no puedo evitar dejar un comentario.
Lo primero de todo y de manera sincera: enhorabuena y, sobre todo, ¡gracias! por tanta reflexión profunda y bien expuesta.
Y entrando en el tema, aunque no soy dado a comentar, esta entrada me ha «tocado la fibra» porque va a la esencia misma de las ideas que me rondan la cabeza ante lo que estamos viviendo y (o) lo que somos como especie y como un ente vivo más en la historia de la vida de este universo.
Como sea que sea lo que sea la Vida (lo pondré con mayúscula) solo tiene un objetivo: perpetuarse en el tiempo; que bien podríamos definir como el «imperativo vital».
A pesar de las muy diversas formas que adopta (especies y especímenes), todas y cada una de ellas (especies) y todos y cada uno de los especímenes trabajan, funcionan, «viven» con ese objetivo intrínseco en mente. Cierto que hay especímenes que adoptan el imperativo vital de manera «egoísta» (consciente o inconscientemente) mientras que otros el imperativo lo extienden a la especie (los podríamos llamar «altruístas» si lo hacen de manera consciente). E, incluso, hay una tercera categoría (al menos hasta lo que alcanzo a reflexionar) de especies y especímenes que tiene en consideración el conjunto entero de seres vivos. Estos últimos serían los más respetados adalides de la propia Vida.
Hago esta introducción porque, aún estando completamente de acuerdo con lo expuesto en esta entrada acerca del Poder (con mayúscula), quizá lo que llamamos Poder no es más que el imperativo vital en estado puro y por lo tanto inherente e inseparable de cualquier entidad viva. Entonces, resultaría poco criticable el concepto de Poder.
En este sentido, y sin ánimo de criticar sino de aportar un punto de vista más, veo un «antropocentrismo» en el intento implícito
de salvar la especie humana (aún en otro estado civilizatorio, pero con misma base biológica) equiparable al antropocentrismo denunciado explícitamente con la metáfora del «dios Ironman». Y digo que no es una crítica porque, realmente, los dos no son más que la manifestación del «imperativo vital» (de nuevo) y eso, como he dicho, es poco criticable.
Pero la Vida es más que especies y especímenes. Por así decirlo, estos últimos son los peones de aquella. Y por lo tanto, la reflexión que quiero dejar (sin arrodillarme ante el dios Antropos aunque sí, quizá, ante el dios Tecnos), es que es posible que la especie «Hommo Sapiens» y, en el proceso, muchas otras más con sus especímenes, puedan llegar a desaparecer en la línea temporal, es decir, se extingan, como muchas otras especies a lo largo de todo el proceso evolutivo. Nada nuevo. Sin antropocentrismos.
Y, sin embargo, la Vida continuará.
En los últimos coletazos de la especie hacia el colapso al que estamos dirigiéndonos, es posible que la inquietud, el intento egoísta de aquellos especímenes humanos que llamamos «élite» por salvarse o perpetuarse (imperativo vital), o cualquier otro mecanismo que se me escape, consigan traer al mundo una especie nueva cuya base pudiera ser no biológica (aunque sí material) y cuyo nivel de comportamiento e inteligencia sobrepase (y con creces) el conseguido por nuestra Civilización. Es posible que esa especie vuelva a cometer el imperativo vital de manera «monopolística» aniquilando toda forma de vida biológica del planeta o, (siendo optimistas) que tenga muy clara la singularidad que representan los sistemas vivos en el universo y respete, por encima de todo, toda forma de vida (tercera categoría). Continuando con la perpetuación en el tiempo de la Vida misma.
Aunque es evidente que es una reflexión optimista, me mueven hacia ella, por una parte, lo cerca que estamos de llegar (quizá décadas)
a lo que algunos obispos del dios Tecnos llaman «La Singularidad». Esta se dice que será el punto en el que se cree una inteligencia
artificial equiparable (o superior) a la humana, no pudiendo por tanto predecir ni imaginar lo que vendrá después de ese punto desde nuestra (antropo-)inteligencia.
Por otra parte, y esta es la que más peso tiene, creo que eso será posible porque los últimos especímenes de la «élite», movidos
por el dios Tecnos – me corrijo: el dios Poder, esto es, movido por el imperativo vital – acelerarán ese intento (por lo cercano que está en el tiempo) con el fin de intentar ellos mismos perpetuarse por encima del resto de especímenes humanos y en un ecosistema en degradación y,
sin quererlo, llegarán al punto en el que lo «creado» por ellos será superior a ellos (Evolución). En cualquier caso, esa nueva «especie» habrá surgido, un nuevo peón, y la Vida habrá conseguido su objetivo: perpetuarse en un planeta posiblemente no apto para las entidades
vivas biológicas complejas.
Por supuesto, esto es una reflexión más. La otra, la que deduzco de este blog, es que ante el colapso al que nos dirigimos (el cual no cuestiono) nuestra especie desaparezca por completo o que continúe reducida en número de especímenes y nivel civilizatorio.
Terminaré diciendo que no es que sea un tecnófilo. La realidad es que creo (Fe) que el Hommo Sapiens en su desesperación llegará a
«La Singularidad» y después de eso lo único seguro es que no sabemos qué puede pasar.
De nuevo, gracias por este blog. Creo que me voy a pasar una temporada poniéndome al día con todo lo en él expuesto.
Gracias «ecepum» por tu comentario. De todas formas yo creo que no hay que confundir el deseo de vivir con el deseo de poder, probablemente Riechmann o Pigem o algún otro filósofo te podría hablar mejor de ello, pero yo creo que lo que hace incompatible nuestra vida con la del Planeta es el deseo de poder, por encima de otr@s y de la naturaleza, no necesariamente nuestro instinto de supervivencia común al de otros seres vivos. Pero….daría para largas e interesantes conversaciones el tema.
Marga Mediavilla
Sí, tratar de salvar al ser humano es antropocentrismo. ¡Qué remedio! Pero este creo que es del bueno si no es a toda costa. Entre el Universo y el homo yo me quedaría con el primero, y entre el la Tierra y el homo también (hay novelistas que imaginaron -dominando, machacando- al homo en la galaxia sin Tierra;, hay una razón objetiva para ello: si en algo menos de 14000 millones de años el Universo y la Tierra han dado lugar al homo, por especial que sea, ¿Qué no dará de sí dentro de 500 millones de años la Tierra si la dejamos de machacar o de 100000 millones de años el Universo? La complejidad no tiene porqué seguir la cadena que pasa por nosotros, de hecho veo escasa probabilidad a eso.
Pero por otro lado, creo también que el homo podría ser compatible (incluso útil) con esta Tierra, siempre preciamente que su voluntad de Poder (cultural creo yo, más que biológica) se atempere. Eso sí, eso pasaría por llevar nuestro telos individual hacia un telos colectivo que abarcaría a la biosfera entera (Gaia).
Carlos de Castro