Nordhaus: un premio Nobel contra los límites.
El premio Nobel de Economía ha ido a parar este año 2018 a manos de Paul Romer y WillMEI Nordhaus por integrar la innovación tecnológica y el cambio climático respectivamente en modelos macroeconómicos de largo plazo. Ambos economistas han sido galardonados por sus trabajos en relación a fallos de mercado, a los límites del capitalismo. Simbólicamente, premiar a Nordhaus cuando los efectos del cambio climático son cada vez más evidentes, el mismo día en que el IPCC lanza su informe especial sobre “Cambio Climático de 1.5ºC” y, al mismo tiempo, en pleno auge del negacionismo climático y la retirada de EE.UU. del Acuerdo de París, puede interpretarse como un espaldarazo a la ciencia climática y una llamada de atención a un gremio, el de los economistas, tradicionalmente ajeno a las interrelaciones entre economía y medio ambiente. Por eso, precisamente, y por su relevancia para la investigación que desarrollamos en el GEEDS, creemos particularmente necesario acercar y discutir el trabajo por el que ha sido laureado Nordhaus.
El modelo DICE
WillMEI Nordhaus, estadounidense, es profesor en la Universidad de Yale desde 1967. Es presidente de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. desde 2003 y fue asesor de Jimmy Carter a finales de los 70. Aunque es autor de uno de los manuales de economía más conocidos junto con Samuelson y ha escrito junto a James Tobin cuestionando el crecimiento económico como medida de bienestar –Is Growth Obsolete? (Nordhaus and Tobin, 1972), los trabajos que le han hecho merecedor del Nobel son, sin embargo, los que analizan los vínculos entre el sistema económico y el cambio climático. Aunque se le atribuye en particular ser la primera persona en crear un modelo de evaluación integrada (MEI, también conocido como IAM en sus siglas en inglés), en honor a la verdad el primer MEI sería el tan injustamente e infundadamente denostado por Nordhaus mismo World3, basado en dinámica de sistemas y que dio origen al primer informe de Los límites del crecimiento (1972). Informe, por cierto, que el paso del tiempo ha mostrado ser bastante certero –en especial si lo comparamos con los complejos modelos macroeconómicos estándar. Lo que sí hizo Nordhaus fue desarrollar el primer MEI específico de cambio climático, junto con una representación estándar de la dimensión económica. Sus modelos proyectan la evolución de variables macroeconómicas clásicas como el PIB junto con las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y el calentamiento del planeta, dando indicaciones a su vez sobre la conveniencia de la instauración de impuestos al carbono. A pesar de haber sido premiado, su trabajo ha sido muy criticado desde diversos ámbitos, por ejemplo aquí, aquí y aquí (en inglés). En castellano, destaca el post publicado recientemente por Ferrán P. Villar.
Modelando los potenciales impactos climáticos
En A Question of Balance (Nordhaus, 2008), cuantificaba estos impactos que tendría el cambio climático sobre la economía gracias al modelo integrado macroeconomía-medio ambiente DICE, que actualiza posteriormente (Nordhaus, 2013). Para ello, diseñaba una función de daño (damage function) que relacionaba el incremento de la temperatura global con la pérdida de PIB asociada a la misma según estimaciones monetarias de daño existentes en la literatura (Figura 1).
Figura 1. Función de daño en Nordhaus (2013), comparada con la estimación del rango proyectado por el IPCC (2007).
En relación a la consideración de los impactos climáticos en el modelo DICE se podrían realizar 3 críticas principales:
- El supuesto ajuste de la función de daño a la estimación del IPCC (2007) es en realidad una falacia, puesto que en realidad el informe de ese año del IPCC tan sólo se limita a reportar el rango de impactos considerado por unos pocos modelos, entre los que se encuentra el propio DICE (ver sección 20.6 del IPCC WG II (2007)); se trataría en realidad de una autoreferencia.
- La construcción de esa función de daño se basa en estudios de evaluación monetaria de impactos que son profundamente conservadores. Además, a partir de incrementos de temperatura superiores a 2 ó 3ºC, como no existe parangón histórico, las estimaciones son puras elucubraciones sin fundamentación. Así, Nordhaus olvida citar del mismo informe IPCC (2007) que “Es muy probable que las estimaciones agregadas globales subestimen los daños climáticos porque no pueden incluir muchos impactos no cuantificables” (traducción libre).
- El propio modelo DICE cae en contradicción puesto que, aunque se trata de un modelo cuyo centro de atención es el cambio climático, se produce la paradoja que en escenarios de continuación de las tendencias actuales (también conocidos como BAU business-as-usual), dónde no se aplican políticas para reducir las emisiones, el cambio climático no supone un problema para la continuación del crecimiento económico del mundo que se vería multiplicado varias veces hasta el final del siglo. Hace tiempo que se ha demostrado que el modelo DICE con sus parámetros estándar está estructuralmente diseñado para crecer, pase lo que pase (Moyer et al., 2014).
Un premio Nobel realmente consistente con la ciencia climática debería de haber recaído en economistas como Weitzmann, o el tándem Dietz-Stern que están proponiendo el uso de funciones de daño e integración en modelos más acordes con la previsión de cambio climático de dimensiones peligrosas y catastróficas a incrementos de temperatura de más de 3-4 ºC.
Más hipótesis problemáticas del DICE
Merece la pena hacer una breve crítica de algunos de los supuestos fundamentales, además de la especificación de la función de daño y su consideración en el modelo, que conducen a Nordhaus a estos resultados. Se ha discutido largo y tendido sobre las implicaciones éticas de la elección de unas tasas de descuento frente a otras (por ejemplo, aquí y aquí). Fundamentalmente, cuanto mayor es la tasa de descuento, mayor se estima la capacidad económica de generaciones futuras y, por lo tanto, menor es el esfuerzo que se asigna a la generación presente. Este es el caso de Nordhaus, al que cabría achacarle una sobrevaloración del desempeño de la economía en el futuro ya que no hay ninguna certeza de que las generaciones futuras vayan a ser más ricas –a la luz de la evolución de las últimas décadas y de las propias consecuencias esperadas del cambio climático. De hecho, lo que los modelos desarrollados por el GEEDS y otros colegas sugieren es un futuro en el que podríamos ser más pobres, en especial si no se acomete una profunda transición socioecológica, con lo que las tasas de descuento deberían ser incluso ¡negativas!
No obstante, la crítica fundamental no debería centrarse en la elección de una tasa de descuento u otra, sino en los supuestos básicos que justifican la necesidad de esta tasa: las funciones de utilidad y de producción agregada, cuya ausencia de relación con la realidad ha sido tan amplMEIente discutida (por ejemplo, aquí y aquí) que no merece la pena abundar másen ello. La casualidad (o no) del lanzamiento del informe especial sobre cambio climático de 1.5ºC del IPCC el mismo día en que Nordhaus fue galardonado, además de poder verse como una afortunada coincidencia, es también un arma de doble filo para su trabajo. De hecho, los informes del IPCC han venido profundizado en la crítica a los modelos coste-beneficio aplicados al cambio climático como el DICE, alegando su baja fiabilidad y su incoherencia con las investigaciones más recientes sobre impactos climáticos. Algunas de sus conclusiones del preocupante informe del IPCC, ciertamente, cuando menos servirían para matizar al nuevo Nobel de Economía. Entre ellas, cabe destacar las siguientes:
- Los impactos serán más severos de lo observado hasta ahora.
- Los impactos no solo están relacionados con el nivel de temperatura, sino también con su velocidad. Cuanto más rápido se alcance el pico de emisiones y cuanto más dure (ya llegue este vía políticas climáticas o vía colapso económico), los impactos serán más severos.
- El incremento del nivel del mar, la pérdida de biodiversidad, las sequías, la cantidad de ecosistemas directamente afectados, apuntan a la pérdida generalizada de cosechas y a la pérdida de productividad de la agricultura y ganadería. De ser esto así, el incremento de los precios de las materias primas, así como la competencia por el uso de la tierra y el acceso a recursos básicos, puede esperarse un repunte de la conflictividad social e incluso militar, cuyos costes en términos de PIB son difícilmente cuantificables
- Del mismo modo, la destrucción de capital e infraestructuras instaladas fruto del incremento de fenómenos meteorológicos extremos, erosionará en mayor medida la economía. Cuando hablamos de PIB (Producto Interior Bruto) estamos incluyendo el consumo de capital fijo (CCF), es decir, los activos fijos que durante un año han perdido valor ya sea por efecto del tiempo o como consecuencia de daños accidentales. El previsible incremento del CCF por causa del cambio climático reduciría el PIN (Producto Interior Neto) en el futuro, es decir: la capacidad de generar flujos de renta aprovechables (no meramente defensivos) se vería mermada.
Por otra parte, el modelo de Nordhaus (DICE) actúa como si la disponibilidad de recursos no supusiera un límite relevante a la propia actividad económica. El economista consideraba en 2013 que aún podría extraerse el equivalente a 17 veces las emisiones acumuladas históricamente a pesar de que sabemos que actualmente hemos extraído en torno a la mitad del petróleo extraíble. Por ello, DICE sobreestima el potencial de crecimiento de la economía sobre la base de unos flujos energéticos de facto inacabables en el período de análisis (hipótesis habitual en la comunidad MEI, por cierto). Los modelos de evaluación integrada no deberían perder de vista que la crisis socioecológica a la que tratamos de hacer frente tiene dos vertientes: por el lado de los residuos, el cambio climático; pero también por el lado de los recursos, el agotamiento de las fuentes de energía no renovables de mayor calidad energética y menor coste de extracción. Existe abundante evidencia empírica de la fuerte relación positiva entre el crecimiento del PIB y el consumo de energía y, en última instancia –por el agotamiento en primer lugar de los recursos de mayor calidad y fácil extracción- el declive de la calidad de los recursos energéticos (i.e. la caída de la tasa de retorno energética).
En este contexto, las mejoras de eficiencia y el ritmo al que se instalan las tecnologías de producción (i.e. instalaciones eléctricas) y consumo (i.e. vehículo eléctrico) renovable deben ser mayores que la velocidad a la que el crecimiento de la economía exige recursos energéticos del planeta. De no ser así y de no renunciar al crecimiento económico –como Nordhaus asume- la escasez de energía podría erosionar aún más la capacidad de la economía para incrementar su producción. Si nos fMEIos de lo que dice la literatura, existen límites más que razonables para que esto suceda. En primer lugar, el efecto rebote que suele acompañar a las mejoras de eficiencia suele anular los efectos de ésta. Una mejora tecnológica que permita a los coches, por ejemplo, consumir menos combustible por kilómetro deriva en una reducción de precios que estimula la demanda hasta el punto de incrementar tanto los kilómetros como el combustible total consumido. Nordhaus, por ejemplo, plantea una reducción tendencial del volumen de emisiones que conllevaría una unidad de PIB (Intensidad de emisiones: CO2/PIB) de manera exógena. Sin embargo, Jackson (2011) estima que para estabilizar las emisiones en 450 ppm se requeriría, en el más favorable de los escenarios, alcanzar una intensidad de emisiones en 2050 en torno a 20 veces inferior a la actual. Por otra parte, los límites de las renovables para sustituir o incrementar todo el potencial de las no renovables (baja EROI, competencia de usos del suelo, “trampa de la energía”, intermitencia, etc.) podrían erosionar sustancialmente el crecimiento del PIB. No puede entenderse los impactos del cambio climático sin tener en cuenta la transición energética que debe ponerse en marcha para enfrentarlo.
A modo de conclusión: un heterodoxo muy ortodoxo.
No obstante, si algo positivo se puede haber derivado de la concesión del premio Nobel a Nordhaus es que muchos economistas y estudiantes de economía habrán escuchado por primera vez que se pueden estudiar las interacciones entre la economía y el medio ambiente en su disciplina. La parte negativa, como puede extraerse de lo escrito hasta ahora en este artículo, es el riesgo de que este hipotético creciente interés conduzca a que este profundísimo campo de estudio se aborde crecientemente desde un enfoque inadecuado. El drama de la economía es que el apabullante dominio de la ortodoxia sobre la academia lleva a etiquetar como heterodoxo a cualquiera que diverja superficialmente de sus estrechos márgenes. Al aplicar modelos económicos absolutamente convencionales al estudio de lo que la economía estándar considera externalidades –cuando forma parte intrínseca de su funcionamiento- se extiende en realidad el dominio de la ortodoxia a nuevas áreas todavía no colonizadas. En definitiva, parece que el sistema premia a aquellos que defienden al propio sistema: el sistema se defiende. Nordhaus reconoce el problema del cambio climático, aunque sin dramatismos, y propone que una tasa de carbono que irá creciendo paulatinamente a lo largo del siglo XXI, no excesivamente elevada, resolvería el problema. Todo ello sin necesidad de cambios de estilo de vida, de cuestionar el crecimiento, de reorganización de poder y sin una referencia a la equidad. Tenemos que construir modelos de evaluación integrada (MEIs) que sean verdaderamente útiles para comprender correctamente los procesos complejos de interacción entre la esfera biofísica y el sistema socioeconómico, delimitando con humildad académica la sujeción de este a los límites que impone aquella. A pesar del riesgo de un “crecimiento ortodoxizante” del interés desde la economía por el medio natural y el cambio climático, el Nobel a Nordhaus también podría ser una oportunidad para mostrar la fortaleza metodológica de los enfoques dinámicos, complejos y conscientes de los límites biofísicos que nos están alertando de la verdadera magnitud del problema que representa el cambio climático para la humanidad.
Jaime Nieto Vega, Íñigo Capellán-Pérez
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IPCC. “Contribution of Working Group II to the Fourth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change, 2007.” Fourth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change, 2007.
Jackson, T., 2011. Prosperidad sin crecimiento. Economía para un planeta finito. Icaria Editorial/Intermon Oxfam Editorial, Barcelona.
Moyer, E.J., Woolley, M.D., Matteson, N.J., Glotter, M.J., Weisbach, D.A., 2014. Climate Impacts on Economic Growth as Drivers of Uncertainty in the Social Cost of Carbon. J. Leg. Stud. 43, 401–425. https://doi.org/10.1086/678140
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Nordhaus, WillMEI, and Paul Sztorc. “DICE 2013R: Introduction and User’s Manual.” Retrieved November, 2013
Nordhaus, W.D., Tobin, J., 1972. Is Growth Obsolete? Econ. Res. Retrosp. Prospect Vol. 5 Econ. Growth 1–80.