Así titulaba J. Lovejoy una conferencia ante la Academia australiana de Ciencias en 1994. Dos décadas después, a pesar de la encrucijada climática y la energética, probablemente siga siendo el tema más importante y fundamental que enfrenta la Humanidad (y frecuentemente algo desapercibido por parte de los movimientos en transición actuales, centrados en el cambio climático y el pico del petróleo). Para entender porqué digo esto nos vamos a situar en dos puntos de vista muy diferentes.

Primero el punto de vista humano.

Los ecosistemas nos prestan gratis una serie de servicios de los cuales no podemos prescindir y no tenemos tecnología, ni de lejos, para sustituir:

  • Nos proveen de materiales como agua potable, madera y leña, comida, medicinas…
  • Son hermosos (base del turismo rural y ecológico y fuente importantísima de espiritualidad humana)
  • Eliminan contaminantes tanto del aire como del suelo y las aguas
  • Controlan inundaciones y sequías
  • Protegen de extremos climáticos, regulan el clima
  • Crean y regeneran los suelos
  • Reciclan los materiales que la propia vida utiliza (carbono, nitrógeno, fósforo…), en conjunto (la biosfera entera o Gaia) a tasas que superan el 99%.

En definitiva:

Regulan y controlan el clima, la composición de la atmósfera y los suelos, la salinidad de los océanos, etc., de la Tierra; haciéndola apta para la vida humana (teoría Gaia)

Para que los ecosistemas funcionen correctamente y a todo rendimiento, necesitan una elevada biodiversidad. Además, cuanta mayor es la biodiversidad, en general mejores y más cantidad de esas funciones imprescindibles realizan.

Si se pierde biodiversidad, vamos perdiendo esas funciones, al principio poco a poco, y luego cada vez más rápidamente hasta que incluso el ecosistema mismo colapsa y prácticamente desaparece.

Es decir, sin biodiversidad elevada, no puede existir el ser humano.

 

¿Qué está pasando con la biodiversidad?

Las personas estamos eliminando poblaciones animales y vegetales y extinguiendo especies quizás desde que inventamos el fuego, pero de una forma acelerada. Hasta el siglo XX las principales causas por las que extinguíamos especies han sido: la destrucción del hábitat, de los ecosistemas naturales, la introducción de especies exóticas, especies que no son propias del ecosistema al que las llevamos, y la excesiva caza y recolección. En nuestro presente siglo los expertos dicen que se está añadiendo otra causa más: El Cambio Climático (y los expertos en biodiversidad toman como referente al IPCC, que es conservador)

Lo que debería asustarnos es que el ritmo de extinción de especies que estamos provocando se está acelerando:

Los rectángulos representan la velocidad de extinción de especies teniendo en cuenta el grado de incertidumbre que tenemos en los cálculos. En el ritmo natural, hablamos de menos del 0,01% las especies que se extinguen en un siglo, a la vez, tienden a surgir por evolución un porcentaje ligeramente mayor (la biodiversidad tiende a aumentar en la Tierra). El ser humano ha aumentado el ritmo de extinción hasta el siglo XX a aproximadamente un 5% cada 100 años. Pero durante el siglo XXI este ritmo puede llegar a ser hasta del 200% por siglo. En pocas décadas si pudiéramos sostener ese ritmo, acabaríamos con TODO.

En el gráfico vemos cómo en los últimos siglos el ritmo de extinción natural de las especies lo hemos multiplicado por 1.000, es decir, de cada mil especies extinguidas, una lo ha hecho por causas naturales, 999 lo han hecho por nuestra culpa. Esto ha supuesto hasta ahora que se hayan perdido entre un 2 y un 15% de todas las especies que antes de la aparición del Homo sapiens existían.

Pero los expertos nos dicen que el proceso de aceleración se incrementa. Ahora además de que tenemos el Caos Climático, el ritmo va a empezar a multiplicar la tasa natural de extinción por 10.000, quizás por más de 100.000 veces la natural. Si esto es así, entonces durante las próximas décadas llevaríamos tal velocidad que terminaríamos extinguiendo en un siglo o dos ¡todas las especies!

Obviamente esto es imposible, antes de que eso ocurriera, los efectos acumulados sobre los ecosistemas harían desaparecer la causa que provoca el desastre: nosotros, o mejor, nuestra Civilización y una buena parte de su población.

Estamos hablando pues de un gran efecto que no es tan inmediato como el pico del petróleo o el caos climático, pero sí de proporciones gigantescas que desde ya a unas pocas décadas se tendría que notar, haciendo que la Transición sea, de nuevo, dura y, de nuevo, haciendo el Colapso de esta Civilización inevitable (y necesario, por cierto).

Todo se realimenta.

 

Un segundo punto de vista.

Pongámonos en una escala temporal y espacial más amplia, seamos menos antropocéntricos mirando algo más lejos que nuestro propio ombligo.

En los últimos 500 millones de años ha habido 5 grandes extinciones masivas. Ahora estamos en la 6ª Gran extinción, y aquí no hay controversia científica (aún), la causa de esta extinción en curso es humana.

Para la vida sobre la Tierra estamos resultando tan dañinos como el meteorito que extinguió a los dinosaurios y con ellos a más de la mitad de las especies.

Démonos cuenta de lo que esto supone: nos hemos arrogado el derecho, principalmente la última decena de (de)generaciones humanas, pero especialmente la última, la nuestra, de arrasar la red de vida de tal forma que distorsionaremos la evolución (en el único planeta conocido con vida) durante al menos doscientas mil generaciones humanas (la “humanidad” entera han sido menos de diez mil). Es decir, no sólo hemos eliminado el derecho a la existencia a muchas especies, hemos eliminado el derecho a disfrutar de un mundo rico en vida, en especies y en sus funciones plenas ¡a las próximas 200.000 generaciones humanas y a las próximas dos millones de generaciones de águilas!

Yo me pregunto: ¿qué nos hemos creído que somos? ¿El centro de la Historia de la Tierra? ¿El centro de toda la Historia de la Humanidad?

No sé cómo pensarán nuestros tataranietos, pero si son capaces de emocionarse dentro de un bosque de robles, si son capaces de sentir la belleza de un ave rapaz en vuelo, si se siguen conectando de alguna manera con la belleza de la naturaleza, entonces, sin duda, nos maldecirán.

Hubo, hace tan solo 10 generaciones, árboles que midieron 140 metros de altura, si nuestra cultura no es capaz de admirar, de sentir reverencia y amor por un ser vivo así y seguimos viéndolos como madera, estaremos sencilla y merecidamente perdidos.

 

Carlos de Castro Carranza

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