Buscando hornos que puedan ser construidos con materiales realmente baratos y sencillos de trabajar pensé en utilizar barro (como material que soporta bien las altas temperaturas) y el papel (como aislante bastante bueno y muy barato).
Adobe
El primer horno que intenté construir se basaba en una estructura de madera similar a la del horno 30-60 (aunque algo más grande). La estructura de madera la rellené con adobe (de arcilla, arena y paja) formando la cavidad interna del horno. El resultado de estos intentos no fue muy bueno. No es tan sencillo hacer un buen adobe que no se agriete, pero además, como se puede ver en la figura, el adobe no se sella a la madera (ni al cristal), deja grietas por donde el calor se escaparía. Intenté construir una puerta de adobe, pero el resultado fue muy malo y no se me ocurrió ninguna idea brillante. Pero, sobre todo, el horno pesaba muchísimo, demasiado para que la estructura de madera pudiera soportarlo. Un horno solar de barro no podría moverse del lugar de construcción con lo cual habría que dejarlo a la intemperie. Tampoco podría ser cocido, porque cocer una pieza tan enorme es complicadísimo.
Papel maché.
Después de este primer intento decidí empezar por el otro material usando una técnica que da muy buenos resultados: el papel maché. Lo primero que hice fue una estructura básica de listones de madera muy ligera que se puede ver en la figura. Era la estructura que se me antojaba mínima para sujetar el cristal y separar un poco el horno del suelo. Corté los listones con una sierra de mano y los uní con escuadras metálicas y tirafondos usando un simple destornillador. Yo creo que alguien con un poco más de maña que yo podría hacer una estructura igual de buena con palos, clavos y cuerdas, sin necesidad de listones industriales ni escuadras.
La puerta la hice con una chapa de madera y unas bisagras. Ya había visto en anteriores cocinas que las puertas son los elementos más delicados y merece la pena usar madera para ello. Para hacer la puerta usé una sierra de calar eléctrica (no había usado nunca antes una), imagino que con una sierra manual se puede hacer también. Usé unas visagras sencillas, tirafondos y unos enganches que compré en una ferretería (para cerrar la puerta). Toda la estructura me llevó unas 6-8 horas.
Una vez hecha esta estructura mínima empecé a recubrirla con papel maché. La técnica de papel maché se basa en humedecer papel de periódico y colocarlo sobre la superficie a cubrir. A continuación se aplica una capa de cola blanca diluida en agua y después se añade otra capa de papel humedecido, cola de nuevo, otra capa de papel…etc. A base de sucesivas capas se va creando una superficie que, una vez seca, adquiere gran dureza y se adapta a la forma que nosotros le demos. En las figuras se puede ver cómo fui haciendo el interior del horno con las capas de papel maché. En algunas capas añadí arcilla además de cola, para ahorrar un poco de cola blanca. El papel maché requiere bastante cola, es uno de sus inconvenientes, en los hornos siguientes he sustituído la cola por engrudo de harina de trigo, funciona también bien aunque es un poco más difícil de trabajar.
Una vez hecha la estructura básica del horno y secas las primeras capas de papel maché, decidí recubrir la superficie exterior del horno con papel albal por eliminar las pérdidas por radiación y protegí las patas de la humedad con plástico.
Después añadí una capa más de aislante por la parte externa. Esta vez intenté crear cavidades de aire que dieran realmente capacidad de aislamiento al horno. Para ello puse cartones y rollos de papel que creaban estas cavidades antes de poner las nuevas capas de papel maché, asegurándome siempre de no dejar agujerillos por los que se pudiera escapar el aire.
Adobe de papel
Una vez hecho esto, faltaba la parte más complicada: hacer la cavidad interna y conseguir que soportase temperaturas elevadas. Para esto necesitaba usar el barro, pero tenía que conseguir que el barro no se agrietase y que se adhiriese por una parte al papel maché, por otra a la madera de la estructura y por otra al cristal, sin dejar huecos. No se podía usar el barro solo y por eso pensé que había que introducir una fibra que le diera un poco más de consistencia al barro y no dejase que se agrietase, pero algo mejor que la paja. Se me ocurrió utilizar el propio papel, y machaqué papel de periódico en la trituradora, mezclándolo con agua, arcilla y añadiendo un poco de cola blanca.
El resultado es una pasta como la que se puede ver en la figura. Con esta pasta fui rellenando el interior del horno y el resultado fue sorprendentemente bueno. Una vez seca, esta pasta se adhería perfectamente al papel maché y no se agrietaba. Además adquiría una consistencia muy dura y ligeramente plástica ¡es un material estupendo!
Cuando el “adobe de papel” estuvo seco lo pinté con témpera escolar negra y con pintura a base de látex, pero el resultado final fue malo, con el calor la pintura se descompone y huele sospechosamente, no creo que los vapores sean muy saludables. En un principio pinté la cocina, pero luego la lavé completamente y volví a darle otra capa de adobe de papel y barro sin pintar. Perdí casi 10º de temperatura por no tener el interior negro, pero cocinar en un lugar que desprende olores es bastante poco recomendable.
Quedaba ver cómo conseguía fijar y sellar el cristal. En un principio pensé sellar el cristal con silicona, para asegurar la estanqueidad, pero no fue necesario. Un cordón de una mezcla de barro y adobe de papel con un poco de cola blanca es suficiente para fijar la madera al cristal.
Las últimas operaciones consistieron en poner el cristal encima del cordón, poner unos tornillos para sujetar mejor el cristal a la madera, sellar bien los huecos con barro, adobe y cola, y también añadir las últimas capas de papel maché con huecos de aire para aislar todas aquellas zonas en las que la estructura de madera quedaba más en contacto con el exterior (especialmente delicada resultaban las zonas altas y cercanas al cristal).
Una vez puesto el horno al sol se podía apreciar cuáles eran las zonas por donde el calor se escapaba, porque se calentaban, mientras que las zonas bien aisladas permanecían prácticamente a temperatura ambiente mientras en el interior la temperatura rondaba los 100 grados. El aspecto final del horno se puede ver en la figura.
Este horno a mi me gusta mucho. Es muy grande y muy potente y alcanza tipicamente los 110-120 grados. Tarda en calentarse (hasta las 12 de la mañana no suele estar caliente) pero mantiene la temperatura muy estable (se ve que el barro le da bastante inercia térmica). A pesar de lo grande que es es bastante ligero, pero no puede ser transportado por una sola persona por lo aparatoso que es. Tampoco se puede dejar a la intemperie cuando llueve, habría que meterlo en casa, eso puede ser un problema, creo que hay que diseñar hornos un poco menores que puedan ser metidos y sacados de casa por una sola persona.
De todas formas este experimento demuestra que podemos hacer hornos solares que superan los 110 grados con materiales realmente baratos como el papel el barro la cola y un cristal. Fabricar el horno fue un proceso laborioso que me llevó unos 10 días trabajando unas 3 horas al día. Las sucesivas capas tardan en secar, por eso lleva tantos días, pero es un trabajo sencillo.
Ahora mismo este horno lo utilizo en verano para calentar agua (que luego uso para cocinar), para cocinar legumbres (a veces tengo que darles un toque en la cocina convencional, pero se ahorra) y arroz. También lo he utilizado mucho para hacer conservas, es estupendo para esterilizar los botes y para calentarlos hasta 110 grados después de llenados (mejor que ponerlos al «baño María»). Sobre todo es muy atractivo porque tienes siempre una fuente de calor que no te cuesta nada.