¿Por qué ha surgido con tanta fuerza el 15‐M? Debía de haber un resorte por ahí
escondido en la sociedad española que ha estado durante años acumulando tensión, y
finalmente, se ha liberado. ¿Qué era? quizá una cosa muy sencilla: que desde arriba
llevaban mucho tiempo explicándonos el mundo en base a unos moldes, y hemos
empezado a ver que la realidad que vivimos no cabe dentro de ellos. Tanto en la
política, que se había reducido prácticamente a una lucha entre “tribus”; como en la
“incomprensible” economía, se nos incitaba a no pensar y dejar que nos resolvieran
los problemas. Pues bien, ha llegado el momento que en que lo hemos visto claro: eso
no funciona, las explicaciones simplistas que nos dan no nos sirven y además “desde
arriba” no están arreglando siquiera los problemas.
Y ahora que el espejismo se ha roto ¿podemos encontrar un modelo de la economía y
la sociedad suficientemente amplio para explicar nuestro mundo? ¿Tenemos ideas
que nos ayuden a entenderlo e interpretarlo? A mí me gustaría intentar abrir una
ventana que nos ayude a hacerlo, y para ello me parece esencial en estos momentos
mirar hacia la tierra, y hacerlo desde dos puntos de vista: la tierra como aldea global
humana y la tierra como planeta que nos sustenta.
Los intentos del 15M de exigir justicia social y democracia pueden quedar en agua de
borrajas si no somos capaces de ver un hecho incuestionable: la política y la economía
se alejan de los ámbitos nacionales porque hace ya años que la empresa y las finanzas
son globales. Las rebajas en los derechos sociales del pacto del euro, por ejemplo, no
son sino un intento de equiparar a los trabajadores europeos con los “competitivos”
trabajadores de los países en desarrollo, que tienen condiciones de trabajo
completamente desreguladas y en muchas ocasiones ni siquiera poseen sindicatos. Si
asumimos que no hay más alternativa económica que el actual mercado global
desregulado, esta tendencia es muy lógica.
El movimiento alterglobalización, hace años, proponía alternativas a este mercado
global desregulado, como la exigencia de que la liberalización de los mercados fuera de
la mano de derechos laborales similares en los países productores y consumidores,
para evitar el “dumping social”. Desgraciadamente estas reivindicaciones en su día no
despertaron demasiada atención, entre los partidos políticos y sindicatos, pero
tampoco entre los ciudadanos de a pie. Durante años hemos permanecido pasivos,
beneficiándonos de las manufacturas baratas del sur, pero ha llegado el momento en
que esa pasividad no nos vale y debemos tomar en serio la creación de una solidaridad
entre los trabajadores de todo el planeta para la defensa de los derechos básicos.
También quizá es ahora el momento de tener en cuenta ideas que se han utilizado
muy poco durante años, como el poder del consumidor bien informado que, con su
compra, promueva unas relaciones laborales justas y un respeto al medio ambiente.
Si los sindicatos han fracasado defendiendo al trabajador es posible que no haya sido
sólo por su corrupción o porque no sean una herramienta válida, sino porque no han
querido encarar estas dos realidades: la necesidad de buscar la solidaridad global y la
necesidad de incorporar nuevas formas de lucha. Asimismo, enfoques globales y
solidaridades internacionales parecen, a todas luces, indispensables a la hora de
abordar reformas del sistema bancario o el sistema político como las que propone el
15M.
La segunda mirada que propongo va hacia abajo: hacia la tierra material y el planeta
fisico‐biologico. Es obvio que nuestra economía requiere para su funcionamiento
grandes cantidades de recursos naturales. Las doctrinas liberales hablan de que las
economías evolucionan requiriendo menos materiales y energía, pero los estudios
realizados y la realidad de estos últimos siglos demuestran que esto no es cierto y, por
ello, crecimiento económico es prácticamente sinónimo de crecimiento material. Esto
es muy preocupante, porque los expertos nos están avisando de que numerosos
recursos naturales están llegando a su máximo de extracción, cuando no a su declive.
Este declive se siente especialmente en el campo energético, porque el petróleo está
sufriendo un estancamiento de la produccion desde el año 2005, sin que los
biocombustibles, los crudos de baja calidad o los vehiculos electricos puedan
compensarlo, porque técnicamente están lejos de ofrecer las mismas prestaciones y
son soluciones muy limitadas. Los fosfatos, las pesquerías, los bosques o el agua
potable son recursos donde restricciones similares se están también encontrando ya.
Esto pone a la humanidad en una tesitura muy dificil, ya que nos estamos enfrentando
a los límites de crecimiento material y nuestra economía se basa en el crecimiento. No
es en absoluto descabellado pensar que todos estos límites tienen mucho que ver con
la actual crisis económica.
Gestionar un mundo global y donde los recursos estan en declive va a ser una tarea
compleja y va a requirir una transición difícil. Ni el 15‐M ni ningun otro movimiento
social que aspire a dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos del siglo XXI
puede permanecer ajeno a esta enorme realidad. Para poder repartir bien este pastel
que cada vez se nos está haciendo más pequeño, nos van a hacer falta reflexiones muy
profundas acerca de qué es eso que consideramos desarrollo. Este tipo de reflexion ya
ha surgido en algunos países en circulos ligados al ecologismo y a movimientos sociales
como el decrecimiento, las ciudades en transicion, el movimiento slow o el “buen
vivir”.
Merece mucho la pena que el 15‐M se enfoque hacia estas dos miradas a la tierra y
escuche lo que tanto la alterglobalización como el decrecimiento tienen que decir. De
no hacerlo, es posible que el 15M decepcione, por no sea capaz de dar respuesta a
toda la indignación que ha salido a flote; pero, si es capaz de hacerlo, este movimiento,
al igual que otras manifestaciones que están surgiendo en el planeta, podría
convertirse en una fuerza importante que nos permita avanzar hacia un nuevo modelo
de desarrollo global.
Margarita Mediavilla Pascual, septiembre 2011.