Este es quizás el tema más delicado cuando queremos hablar del colapso de una Civilización. Afirmar que a finales de siglo seremos menos habitantes que ahora, quizás menos de la mitad, lleva a muchos a echarse las manos a la cabeza, pero por coherencia con el discurso “colapsista” hay que enfrentarlo.

Primero diré que no pretendo eliminar a nadie de este planeta, ni siquiera a ese 5% de los más ricos, condenados hace 2000 años porque es imposible que un camello (o en realidad el cabo de una maroma) pueda pasar por el hueco de una aguja. No deseo eliminar nada más que su riqueza porque liberará espacio humano y el colapso poblacional sería menor.

Tampoco deseo que un ecofascismo limite de arriba abajo el número de hijos que la gente quiera tener.

Seguiré abogando por la frugalidad y simplicidad voluntaria a la que una racionalidad bien llevada (esa sabiduría de Epicuro) nos conduciría a elegir tener dos hijos a lo sumo, consciente de que si no se hace rápido y pronto nos veremos limitados no por elección sino por los ecofascismos que irán surgiendo o por hambrunas, guerras y epidemias (o ambos). Soy consciente también de las barreras y mitos culturales que enfrentaremos en este tema, en especial asociados a las religiones mayoritarias. Si éstas no se adaptan podrían ser parte del problema.

También soy consciente de algunas realimentaciones que pueden acontecer: en un mundo que colapsa materialmente pueden generarse más extremos religiosos y podemos localmente tomar la decisión racional de tener más hijos (mano de obra futura en esas “ecogranjas” autosuficientes). Los pobres de hoy a veces deciden (no solo no pueden evitar) tener muchos hijos como estrategia de supervivencia de la familia.

 

Dicho esto acerquémonos a lo cuantitativo desde un punto de vista nuevo: el gaiano-ecológico (al menos no tengo noticias de que se haya discutido la cuestión poblacional en estos términos).

La siguiente figura está sacada de una revista de impacto (PNAS, 2008, Barnosky.).

La gráfica representa un cálculo de la masa total de los animales con peso superior a los 45 kilos (se la llama megafauna) durante los últimos 100000 años (triángulos verdes).  Los círculos verdes representan el peso total de los humanos más los animales salvajes. Hace 100000 años el peso total de todos los animales grandes era de unos 0,2 billones de kilos, el peso de la Humanidad era despreciable. Durante la última desglaciación se produjo la extinción de muchas especies de estos animales (por ejemplo, el mamut) y la reducción de las poblaciones de muchas otras. Las causas fueron dos: el cambio climático y la caza por parte del Homo (nuestra singularidad hipertecnológica lleva impactando “negativamente” sobre la biosfera desde hace más de 20000 años, a ritmo acelerado).

Antes de que la masa humana fuera importante en la biosfera, los ecosistemas del mundo sostenían una megafauna total que pesaba menos de la mitad de lo que hoy pesamos los humanos. Podemos pues intuir un límite ecológico para la población humana escalofriante.

La población humana que quizás pudieran sostener los ecosistemas semi-naturales (sin dejar casi espacio para el resto de animales grandes) sería inferior a los 3000 millones de habitantes, en especial tras el deterioro que hemos causado y vamos a seguir haciendo. Si consideramos el ganado que nos acompaña y no prescindimos de una buena parte de él, este límite aún sería bastante inferior. Incluso antes de la Revolución Industrial nuestro ganado pesaba ya tanto como nosotros, y no nos proveía solo de carne, sino de cuero, lana, huesos… y, especialmente, de energía y potencia para la agricultura, el transporte y las guerras.

Pensar que la tecnología humana puede aumentar sosteniblemente este límite poblacional es de un tecno-optimismo injustificado por el deterioro de los ecosistemas y precisamente porque la tecnología de Gaia (biosfera) ha mostrado ser muy superior a la humana en cuanto a ajustarse a los límites planetarios; es decir, si en la biosfera no había más megafauna, como somos los humanos, es porque no se sostenía más. La megafauna depende de la productividad de las plantas y esta está limitada por la capacidad de reciclado de Gaia y ayudada por una enorme biodiversidad, que siendo tecnológicamente una maravilla, superior al 99% para algunos materiales como el carbono, fósforo y nitrógeno, está limitada a su vez por las leyes de la termodinámica.

 

Si temporalmente hemos sobrepasado este límite ha sido gracias a la Revolución Industrial y a que casi de forma literal hemos comido combustibles fósiles: hoy la mitad de los átomos de nitrógeno de tu cuerpo y casi todos los de fósforo se han producido en fábricas consumidoras de combustibles fósiles, la mayor parte de tus moléculas de agua han llegado a formar tu cuerpo gracias a la energía de los fósiles (a través del regadío y la mecanización de la agricultura); si los ecosistemas volvieran a ser naturales (tardarán siglos, no décadas) serían capaces de hacer en teoría lo mismo o más movidos de nuevo por la energía solar (permacultura). Pero los ecosistemas naturales son por definición diversos, también diversos en megafauna. Las plantas no pueden trabajar sólo para nosotros en ecosistemas naturales, tienen que compartir con hongos, insectos, roedores (¿plagas?) y también con elefantes, ciervos, pumas y lobos. La “productividad” para humanos será necesariamente inferior para cualquier tecnología de Gaia o humana. Si queremos sobrevivir gracias a la ayuda tecnológica de Gaia debemos dejar espacio para muchos acompañantes que hoy no deseamos cerca (como los lobos), y si queremos ser independientes, seremos aún menos, porque somos tecnológicamente muy inferiores a ella. Las pruebas de esto son abrumadoras, pero nuestra soberbia tecno-optimista nos ciega.

 

El miedo que tenemos que tener todos no es a una permacultura que no va a dar más que para unos cientos o quizás unos pocos miles de millones de personas, es que algunas élites traten de evitar estos problemas y que nos los presenten a modo de un ecofascismo como única “solución” (por ejemplo, tratando de controlar por mandato los índices de natalidad y de mortalidad). Un riesgo que deberemos tener en cuenta durante el colapso.

El límite en un escenario de colapso de civilización rápido tendería a disminuir aún más porque crecería la megafauna al reducirse la injerencia humana. Si la injerencia humana no permite la expansión futura de la megafauna (seguimos deforestando porque necesitamos biomasa como sustituto de las energías perdidas), tampoco permitirá más población humana a largo plazo por el deterioro ecológico que se seguiría generando.

 

Carlos de Castro Carranza

 

Nota aclaratoria: Si me preguntan por mi intuición de “experto” en Gaia, diría que no seremos más de 1000 millones a finales del próximo siglo (ya saben, todo se realimenta). Pero por otro lado la gráfica de Barnosky también recibiría mis críticas (estoy convencido de que la megafauna era mayor en el pasado que la que refleja, aunque esto no invalidaría los “resultados” del orden de magnitud: quizás seamos el doble de mil millones).

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