Ayer salimos otra vez a la calle con la camiseta verde. Había una serena actitud en los manifestantes, muy numerosos, la verdad, a pesar de todo. No sé si fue cosa mía o era cierto que muchos caminantes nos miraban y se emocionaban pensando “todavía hay gente que no ha tirado la toalla”. Luego pasamos al lado de la sede del PP, donde estaban los policías parados con una actitud de violencia terrible, violencia innecesaria porque los manifestantes íbamos tremendamente relajados. ¿Es cosa mía o realmente percibí que los policías llevaban la violencia dentro, quizá de pensar que estaban ellos defendiendo a los que han regalado a los banqueros el dinero del colegio de sus propios hijos?

Ayer la manifestación era verde, de un fresco color  esperanza.

¿Merece la pena seguir saliendo a la calle? Muchos ya piensan que no, pero nosotros seguimos saliendo. Quizá porque notamos que cada acto colectivo crea alrededor de nosotros algo que nos mantiene frescos por dentro y nos protege del incendio. Incendio, porque eso es lo que estamos viviendo. Un incendio que está arrasando con todo. Pero, cuando el incendio se consuma a sí mismo,  los que hayamos conseguido protegernos, como los alcornoques, con nuestro corcho de solidaridad colectiva y nos hayamos conservado verdes, podremos volver a brotar cuando vuelvan las lluvias. Por eso sabemos que merece la pena seguir saliendo a la calle, porque la esperanza dicen que nunca hay que perderla. Y tienen razón. La verde esperanza sirve para algo.

Marga Mediavilla

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